"Cualquiera que sea la definición de libertad que demos, debemos tener cuidado en observar dos requisitos: primero. que no contradiga los hechos; segundo, que sea coherente consigo misma."
- David Hume -
Una de las cuestiones tal vez más tópicas y, sin duda alguna, falsas es la máxima difundida que afirma "todos los intelectuales son de izquierdas". Esta falsa creencia se fundamenta en una serie de elementos que contradicen toda realidad objetiva. Repasemos los argumentos que desde la izquierda se exponen a este respecto y que en muchas ocasiones una derecha acomplejada de si misma acepta.
En primer lugar, es común entre los izquierdistas señalar que ser un intelectual equivale a ser un "hombre (o mujer) de progreso". Lo primero que hay que tener claro es que eso es absolutamente falso, y máxime en los términos en los que la izquierda entiende "ser de progreso". La izquierda entiende "ser de progreso" como una postura de idolatría hacia las máximas expuestas por las "Revoluciones Jacobino-Socialistas", esto es la que siguen la estela de la Revolución Francesa y de la Revolución Rusa. Siendo esto así, en su lógica equivocada, solamente alguien de izquierdas puede ser intelectual, y del mismo modo toda o casi toda la gente de izquierdas es intelectual aunque no hayan tenido una sola idea brillante en sus vidas. Obvia esta posición en primer lugar que existen otra serie de acontecimientos revolucionarios que me gusta llamar "Revoluciones Liberal-Conservadoras" y que tienen lugar fundamentalmente en el mundo anglosajón (esencialmente la Revolución Gloriosa de 1688-1689 en Inglaterra y la Revolución Americana de 1776-1787 que dio lugar a los Estados Unidos de América). Esta tradición revolucionaria, la auténtica tradición revolucionaria podríamos decir, no solamente es anterior a las revoluciones jacobino-socialistas, sino que se asienta en unos principios de libertad y derechos individuales claramente superiores. Este no es espacio para extenderse más en la exposición de este asunto (al que dedicaremos múltiples artículos en el futuro) sino que meramente debe ser apuntado como una línea de progreso libre de veleidades izquierdistas.
Un segundo argumento muy manejado por la izquierda es que los intelectuales pertenecen a sus filas básicamente debido a que hay mayor sustrato de ideas en la izquierda y en que, aunque no siempre lo expliciten, "la gente de izquierdas es más inteligente". Esto no es solamente falso, sino que denota un disparate y evidencia el principal error intelectual de la izquierda: creerse más listos que nadie, creer que ellos lo saben todo, lo conocen todo, lo dominan todo. Este argumento tan flojo epistemológicamente ha tenido en la Historia de la humanidad unas consecuencias además devastadoras para el género humano: el exterminio de millones de personas en favor de la causa de la izquierda a lo largo del siglo XX, el siglo de los genocidios en nombre del socialismo (sea de inspiración marxista o de inspiración nacional-socialista).
Por último existe un factor esencial presente en toda esa izquierda que asume que solamente entre sus filas existen intelectuales. Se trata de la doble vara de medir, tan del gusto del "Socialismo Obligatorio" sobre lo que son o no aportaciones intelectuales. No son los mismos los requisitos que la izquierda exige para considerar intelectual y con aportaciones de valor si se trata de un socialista, a los durísimos requisitos que pone para ello cuando se trata de un liberal o un conservador. El campo de la Ciencia Política, al ser el mío es el que mejor conozco y por lo tanto a él me remitiré (concretamente a la Filosofía o Teoría Política) en lo restante del artículo.
Resulta, sin lugar a dudas, curiosa la apreciación que en el mundo académico se tiene sobre el pensamiento político. Existe una tendencia generalizada a excluir del estudio, en la medida de lo posible, a determinados pensadores incómodos para la izquierda, procediéndose a continuación a manipular deliberada y engañosamente el pensamiento de aquellos a los que no han podido eliminar de su estudio.
Existen por un lado una serie de pensadores y autores en los que la derecha encuentra buena parte de su anclaje ideológico que desaparecen del estudio de las asignaturas orientadas a estudiar a los autores. Por ejemplo podemos hablar de la conocida Escuela de Salamanca (con su exponente tal vez más conocido, el padre Juan de Mariana). Podemos hablar también a este respecto de uno de los filósofos más importantes del mundo moderno/contemporáneo como es David Hume que sorprendentemente y pese a sus grandes aportaciones al estudio de la política es totalmente ignorado. Podemos hablar de Michael Oakeshott, sin duda uno de los grandes pensadores del siglo XX, conservador. O también Karl Popper, otro gran pensador del siglo XX, en su caso liberal. Podemos hablar en buena medida de los Padres Fundadores de la nación americana como John Adams, George Washington, James Madison, Alexander Hamilton, Benjamin Franklin o, incluso un radical (pero con muchos planteamientos útiles para el pensamiento liberal-conservador de hoy) como puede ser Thomas Jefferson. Todos ellos, desaparecidos de casi todo libro de Ciencia Política u obviados en su componente ideológico sustancial.
En un segundo momento encontramos aquellos autores que, sin poderse haber eliminado del todo su mención como autores políticos esenciales, se hace lo posible por desacreditarles si es preciso mediante la mentira. Los casos de Edmund Burke, Alexis de Tocqueville y Friedrich Hayek (los tres autores a los que la izquierda siempre ha deseado dejar fuera del estudio por considerarlos especialmente incómodos) son los tres casos más llamativos. Si se les logra estudiar, generalmente se les ubica junto a pensadores irracionalistas, partidarios del Antiguo Régimen y dictadores fascistas. Esa gran tirria de la izquierda hacia esas tres personas se debe a que por si solas, cada uno de ellos es ya en si mismo un implacable argumento frente a las ensoñaciones de la utopía totalitaria del socialismo. Para la izquierda es necesario cerciorarse de que la gente no lea a Burke, Tocqueville o Hayek y para eso lo mejor es explicar sus ideas en un sólo párrafo lleno de mentiras y diluido entre los De Maistre, Maurras o Hitler de turno.
Que decir de pensadores españoles como Ortega o Jovellanos... daría para escribir un libro solamente del ostracismo al que son sometidos por parte de las cátedras oficiales de la izquierda, y no nos detendremos más en ello.
¿Cuál es la solución frente a ello? Bien, Hayek ya lo dijo: "Si pretendemos el triunfo en la gran contienda ideológica de esta época, es preciso, sobre todo, que nos percatemos exactamente de cual es nuestro credo". Desde luego, una buena idea a ese respecto es concienciar a nuestra gente a leer, libres de los prejuicios difundidos por la izquierda, a todos estos autores. Afrontar la obra de autores como Burke, Tocqueville, Hayek, Hume, Popper, la Escuela Escocesa (que a parte de Hume incluye otros nombres como Adam Smith o Adam Ferguson, de los que no se habla o también se miente con descaro), Oakeshott o los Padres Fundadores de E.E.U.U. (por ejemplo los artículos de El Federalista escritos por Alexander Hamilton y James Madison es buena lectura política) o españoles como Ortega, Jovellanos o el padre Juan de Mariana. Solamente con acercarse a cuatro o cinco de estos autores, la gente podrá observar de primera mano y sin intermediaciones mentirosas que la tradición intelectual del pensamiento liberal y conservador no tiene nada (más bien todo lo contrario) que envidiar al pensamiento socialista.
Y aún ha quedado otro tema por tratar: la manipulación de la tradición liberal a manos del llamado "neo-republicanismo", que sin duda también es digna de mención, pero que dejaremos para otra ocasión.
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