viernes, 10 de febrero de 2012

La Paradoja Norteamericana II: El Surgimiento del Partido Republicano

"Un estado en el que coexisten la libertad y la esclavitud no puede perdurar."

- Abraham Lincoln -



Esta es la segunda entrega, de tres, del repaso introductorio a la historia política de Estados Unidos bajo el titulo de la Paradoja Norteamericana. En el artículo anterior, abordamos cual fue la evolución de los diferentes partidos que, en contra del deseo inicial de los Padres Fundadores, se fundaron por parte de esos mismos Padres Fundadores, hasta el periodo conocido popularmente como la "Democracia Jacksoniana" (que a nuestro juicio, como expusimos, no era tal democracia) y la fundación del Partido Demócrata que hoy conocemos. En el tercer y último artículo lo que haremos será abordar la cuestión durante las últimas décadas del siglo XX y primeras del siglo XXI.

¿Qué queda por lo tanto para este segundo artículo? Bien, un periodo del entorno de 100 años, se dice pronto. Pero la labor es mucho más sencilla de lo que parece en un primer momento, pues esta etapa, como veremos, goza de una importante estabilidad en la configuración de los partidos, desde Lincoln hasta la etapa Kennedy/Nixon ya bien entrado el siglo XX. Ademáas, hay que tener en cuenta que se trata de un artículo meramente introductorio y divulgativo, no de un estudio en profundidad.

Acabamos el artículo inicial diciendo que tras la victoria y las transformaciones de Andrew Jackson, el Partido Demócrata controlará la política norteamericana hasta 1860, y así es. Eso no significa que no haya otros partidos que ocupen puestos en el parlamento o incluso que ocupen la Casa Blanca unos años. Lo que quiere decir, más que nada, es que ninguno fue capaz de representar una alternativa real y estable a los demócratas. El Partido Nacional-Republicano de John Quincy Adams se presentó dos veces a las elecciones (en 1828 y en 1832) bajo los liderazgos de Quincy Adams y de Henry Clay, sufriendo en ambos casos clamorosas derrotas frente al candidato demócrata, Andrew Jackson. Después se unifico con los líderes antimasónicos formando el Partido Whig, inicialmente bajo la idea de servir de plataforma de oposición a Jackson y llegando a ocupar la Casa Blanca durante 8 años con 4 presidentes (entre 1841 y 1845 primero y entre 1849 y 1853 después).

No obstante, el Partido Whig, especialmente tras el fin de la Era Jackson y con la Guerra entre Estados Unidos y México (1846-1848), fue incapaz de mostrarse unido debido a la multitud de sensibilidades en su seno que habían unido sus fuerzas solamente con el fin de oponerse a Andrew Jackson.

Así será como de sus cenizas, en el año 1853 surja un nuevo partido político que junto con los demócratas ha marcado el devenir político de los Estados Unidos desde entonces. Se trata del Partido Republicano. Entre sus fundadores se encontraba un joven congresista de Illinois llamado Abraham Lincoln, que marcaría para siempre un antes y un después en la política norteamericana (similar al que habían marcado anteriormente Thomas Jefferson y Andrew Jackson y al que marcarán con posterioridad F.D. Roosevelt, J.F. Kennedy y Ronald Reagan).

El Partido Republicano se funda sobre todo por personas que, fundamentalmente, habían sido miembros del Partido Whig (como el propio Lincoln) pero también por demócratas descontentos y miembros de grupos minoritarios o políticos independientes. Todos ellos confluían alrededor de 3 postulados muy claros:

1) Eran defensores a ultranza del llamado abolicionismo, es decir que pertenecían al movimiento social y político contrario al mantenimiento de la esclavitud.

2) Defendían una política económica proteccionista, de fomento de la industria nacional y contraria a las importaciones de productos desde el extranjero.

3) Abogaban también por la política de "mejoras federales", esto es, defendían un papel activo del Gobierno Federal en la economía nacional, fundamentalmente a través de una fuerte inversión en infraestructuras.

Eran, por decirlo en una palabra, profundamente hamiltonianos, tal cual vimos que era el planteamiento de Alexander Hamilton y el Partido Federalista (ver artículo anterior). Esto puede chocar a aquellos que observen al Partido Republicano actual, mucho más jeffersoniano que hamiltoniano. Es, sin la menor sombra de dudas, una de las grandes paradojas de la política norteamericana.

En 186o, y frente a unos demócratas divididos presentando a dos candidatos (Stephen Douglas en el norte y John Breckinridge en el sur), Abraham Lincoln se convertiría en Decimosexto Presidente de los Estados Unidos y en el primer presidente salido de las filas del Partido Republicano. La presidencia de Lincoln es fruto de frecuentes divergencias de opinión entre sus partidarios, que le consideran el salvador de la Unión, y sus críticos, que consideran que vulneró los principios fundamentales sobre los que se asentaba la Fundación de los Estados Unidos y su Constitución.

Basta decir, como único hecho cierto y no discutido, que la presidencia de Lincoln, que duró entre 1861 y 1865 al ser asesinado inmediatamente después de su reelección, fue profundamente transformadora. Con Lincoln se produjo la supresión de la esclavitud; una Guerra Civil (1861-1865) que cambió las bases sobre las que se organizaba la relación entre Gobierno Federal y Estados; una transformación sobre el sistema de partidos que con variaciones continúa hasta ahora; y una mayor implicación del Gobierno Federal en la vida económica de la Nación. Partidarios y detractores pueden discutir sobre la bondad o maldad de todos estos cambios, lo que es indudable es que supusieron una transformación total del país.

Con la Guerra Civil, se produce una consolidación de los partidos políticos en torno a dos ejes fundamentales. El Partido Republicano controlará el norte del país apoyado por la clase industrial y por los desfavorecidos del sur, generalmente negros liberados de la esclavitud pero sometidos a toda clase de penurias. El Partido Demócrata dominará el sur, apoyándose en los propietarios agrícolas y los obreros de la industria norteña. Raro será el momento entre 1860 y 1960 en que un candidato republicano obtenga apoyo electoral en el sur o un candidato demócrata lo obtenga en el norte. La Guerra Civil se habrá superado, pero el rencor norteño hacia los demócratas será muy importante al percibir su papel como de traidores a la Unión (en muchos casos se habían posicionado a favor de la esclavitud y de la Confederación), mientras que en el sur la desconfianza hacia los republicanos era si cabe aún mayor al responsabilizarles de acabar con los medios económicos sureños (la esclavitud y el peso total de la agricultura, fundamentalmente del algodón).

Los republicanos en este sentido tendrán una gran ventaja respecto a los demócratas, ya que el norte estará considerablemente más poblado que el sur. Para que nos hagamos a una idea: entre 1861 y 1913, los demócratas solamente ocuparán la Casa Blanca en dos ocasiones y solamente durante mandatos de 4 años (Grover Cleveland entre 1885 y 1889; y nuevamente Cleveland entre 1893 y 1897; siendo el único Presidente de la historia con dos mandatos no consecutivos). Si lo que analizamos son los años siguientes, el balance tampoco es demasiado afortunado para los demócratas: de 1913 a 1921 presidirá Woodrow Wilson y luego los demócratas tendrán que esperar hasta 1933 que llegará a la Casa Blanca otro de los grandes transformadores, Franklin Delano Roosevelt.

Roosevelt cuenta en su haber con ser el único presidente que ha ganado 4 elecciones (1932, 1936, 1940 y 1944) y habiendo ocupado la Casa Blanca durante 12 años (entre 1933 y 1945, año en que falleció, siendo sustituido por el vicepresidente Truman). Su New Deal marcará (como la Presidencia de Lincoln) un antes y un después, tanto a ojos de los críticos (que lo consideraron un programa de corte socialista) como de sus partidarios (que vieron en las medidas, y en la participación norteamericana en la II Guerra Mundial, la solución a la Crisis derivada de los sucesos de 1929 y a la Gran Depresión, aunque sin demasiado fundamento como bien ha demostrado la Escuela Austriaca de Economía).

Tras la experiencia Roosevelt, los norteamericanos temiendo la posible eternización del presidente en su cargo, decidieron aprobar en 1947 la Vigesimosegunda Enmienda, que prohibe que un presidente sea elegido para más de dos mandatos (en el caso de presidentes interinos, se permite que se presenten hasta en dos ocasiones siempre que sustituyesen al presidente anterior durante menos de 2 años, es decir que podrían llegar a estar hasta 10 años en el cargo).

Con Roosevelt, el sistema de partidos norteamericano sigue siendo el mismo, pero los demócratas comenzarán a adquirir una mayor credibilidad en el norte del país, lo que les hará más fácil su acceso al cargo de Presidente de los Estados Unidos, de tal modo que su sucesor, Harry Truman, será presidente entre 1945 y 1953, mientras que el republicano (y héroe de la II Guerra Mundial, responsable del famoso desembarco de Normandía), el general Dwight David Eisenhower, lo será entre 1953 y 1961.

No obstante, el gran cambio vendrá a partir de 1960 y lo protagonizarán dos personas inconfundibles: el político demócrata John Fitzgerald Kennedy y el republicano Richard Nixon; que se enfrentaran en las elecciones que tendrían lugar el día 8 de Noviembre de 1960. No obstante, las implicaciones de todo este proceso que se desencadena con Kennedy y Nixon, será objeto de análisis del último artículo de la serie.

Ahora debemos ir recapitulando y sacando unas conclusiones de un periodo de 100 años de Estados Unidos (entre 1860 y 1960). Con la fundación del Partido Republicano en 1953 (y sobre todo con la llegada de Lincoln al poder en 1860) se inicia una doble paradoja política en Estados Unidos que será una constante durante todo el periodo:

Por un lado, la nación que como vimos había nacido y formado su Constitución en oposición a las luchas internas y las facciones que se entendían como un instrumento contra la República, será en este momento la primera nación en formalizar un sistema de partidos políticos estable y que dura incorruptible (aunque modificado) hasta nuestros días. Desde 1860 hasta hoy, solamente dos partidos, el Partido Demócrata y el Partido Republicano, han tenido serias expectativas de poder ocupar el poder y ganar procesos electorales.

La segunda de las paradojas es la del Partido Republicano (y por extensión el Demócrata también) con respecto a su evolución reciente. El Partido Republicano de Lincoln es un partido progresista y defensor del intervencionismo estatal en economía junto con un Gobierno Federal fuerte y con el mayor numero de competencias posible en detrimento del papel de los Estados. Además, su apoyo electoral, como consecuencia de las presidencias de Lincoln y también de Grant (general unionista que fue presidente entre 1869 y 1877), será prácticamente nulo en el sur del país y muy fuerte en el norte (donde los demócratas, percibidos como traidores a la Unión, tendrán muy difícil obtener buenos resultados) debido a las consecuencias de la Guerra Civil y de la reconfiguración de las relaciones entre el Gobierno Federal y los diferentes Estados de la Unión.

Todo ello, veremos, comienza a cambiar a partir de 1960...


Próxima (y última) entrega: De Kennedy a Obama, la Transformación de la Política Norteamericana.

miércoles, 8 de febrero de 2012

La Paradoja Norteamericana I: De los 'Padres Fundadores' a la 'Democracia' Jacksoniana

"Por facción entiendo un número de ciudadanos, ya sea una mayoría o una minoría de la totalidad, unidos y animados por el impulso de una pasión o un interés, opuesto a los derechos de otros ciudadanos o a los intereses permanentes y globales de la comunidad."

- James Madison -


El presente artículo forma parte de una serie de entregas que pretenden dar a conocer, de forma resumida y divulgativa, lo que llamo la "Paradoja Norteamericana" que no es otra cosa que la evolución política e ideológica de los partidos políticos en Estados Unidos. A este presente artículo le seguirán dos más. El segundo abarcará desde el surgimiento del Partido Republicano tal como lo conocemos hoy a la era de Kennedy y Nixon. El tercero, y último, hará referencia a los últimos 40-50 años.

La primera paradoja norteamericana se da ya desde un primer momento. La cita que encabeza el artículo, extraída de "El Federalista Nº 10" representa tal vez mejor que ninguna otra cual era la opinión inicial de los Padres Fundadores sobre los partidos políticos, a los que Madison llamó facciones. Y es que la conclusión que nos presenta James Madion es demoledora: en última instancia, la división en partidos o facciones lo que lleva es a la exaltación de intereses y pasiones de una parte de la ciudadanía (ya sea ésta mayoría o minoría) frente a los derechos e intereses legítimos de la nación y sus ciudadanos.

Acabada la Guerra de la Independencia, y redactada ya la Constitución Federal de los Estados Unidos de América, George Washington indiscutido héroe de la Revolución y Guerra contra la Metrópolis británica, así como personaje querido y admirado, es elegido Primer Presidente de los Estados Unidos en 1989. George Washington tanto en su primera elección como en su reelección en 1992, es de momento hasta el momento (y será ya así por siempre salvo que algo cambie radicalmente) el único Presidente en obtener el 100% de respaldo (la unanimidad) en el seno del Colegio de Electores. En un artículo anterior ya me referí a la cuestión de las elecciones presidenciales, y allí me remito para comprender su funcionamiento. Además, George Washington tiene en su haber ser el único de los presidentes norteamericanos independiente, es decir, que no pertenecía a ninguna facción en sentido estricto (aunque si mostraba ciertas simpatías y coincidencias con el Partido Federalista).

George Washington formó un Gobierno compuesto en buena medida por lo mejor de cada casa, por todos aquéllos que habían sido algo durante la Independencia: por ejemplo John Adams fue Vicepresidente, Thomas Jefferson ocupó la Secretaría de Estado o Alexander Hamilton fue el primer Secretario del Tesoro. No obstante las divisiones no tardaron en surgir. Debido a las diferencias sobre la política financiera y la financiación de la guerra (aunque eso solamente ocultaba diferencias aún más profundas), Thomas Jefferson y Alexander Hamilton discutieron agríamente tanto en el seno del Gobierno como a través de libelos. El respaldo de Washington a las ideas hamiltonianas acabó desembocando en que en 1793, Thomas Jefferson abandonase el Gobierno y junto a James Madison había fundado el Partido Demócrata-Republicano (claro antecedente de los actuales Partido Demócrata y Partido Republicano, como veremos), mientras Alexander Hamilton y John Adams se convertían en los rostros más conocidos del Partido Federalista.

Se produce así la división que tanto Hamilton como Madison habían visto solamente unos años antes (1787-1788) con autentico espanto en sus artículos para "El Federalista" (del que junto a John Jay eran coautores, todos ellos bajo el seudónimo de Publius). Tenemos así formada la primera paradoja (que no la última).

Respecto del ideario de ambos partidos tenemos que decir que en términos políticos el Partido Federalista defendía un Gobierno Federal fuerte y con peso político propio en el ámbito interno y una cierta sintonía con Gran Bretaña en el ámbito internacional (al ver con auténtico pánico la Revolución Francesa); mientras, el Partido Demócrata-Republicano defendía las competencias de los Estados federados y la amistad con la causa francesa (tanto por la solidaridad con la nación que les ayudó en su independencia como por cierta fascinación por la Revolución Francesa, al menos en su primera etapa).

Económicamente, el Partido Federalista defendía un papel más activo del Gobierno en economía (entre otras cosas Alexander Hamilton es el teórico intelectual del antecedente de la Reserva Federal) y un impulso industrializador, mientras que los demócrata-republicanos defendían el sector agrícola y aunque no renunciaban a ciertos niveles de proteccionismo comercial defendían al individuo como agente económico básico.

En terminos sociales, el Partido Federalista recibió sus apoyos en el norte (Hamilton era de Nueva York y Adams de Boston, Massachusetts) y eran opuestos a la extensión de la esclavitud; el Partido Demócrata-Republicano era fundamentalmente sureño (Jefferson y Madison ambos eran de Virginia) y defendían la institución de la esclavitud.

Respecto de la correlación de fuerzas entre ambos partidos, el Partido Federalista tuvo la mayoría en el Senado entre 1788 y 1800, momento a partir del cual, el Partido Demócrata-Republicano paso a controlar la Cámara Alta. Respecto a la Cámara de Representantes, el Partido Federalista obtuvo la mayoría en cuatro elecciones (1788, 1790, 1796 y 1798), siendo las demás favorables al partido de Jefferson. Además, el Partido Federalista ocupó la Casa Blanca solamente entre 1797 y 1800, con la presidencia de un único mandato de John Adams.

A partir de 1800, será el Partido Demócrata-Republicano el que controle la vida política norteamericana, controlando la Presidencia, la Cámara de Representantes y el Senado. La presidencia de Adams había sido tremendamente polémica, especialmente debido al Actas de Sedición y Extranjeros (percibida, no sin motivo, como una Ley de Censura de Prensa), la mejor organización de los demócrata-republicanos frente a la desunión federalista (Adams y Hamilton eran compañeros de partido, pero su sintonía personal era nula) y además su amigo pero adversario político, Thomas Jefferson, era claramente mucho más popular.

A ello hay que unir que en 1804 el alma organizativa del Partido Federalista, Alexander Hamilton, fallecía después de desafiar a un duelo al Vicepresidente de los Estados Unidos, Aaron Burr. Hamilton era un duelista experto (había participado y sobrevivido a la escalofriante cifra de 21 duelos) pero en este caso, falleció. Hamilton ya había caído en descrédito debido a cierto escandalo sexual, pero seguía siendo la mente tras el Partido Federalista.

Durante los siguientes años, las presidencias del Partido Demócrata-Republicano se sucederán una detrás de otra: Thomas Jefferson (1801-1809), James Madison (1809-1817), James Monroe (1817-1825) y John Quincy Adams, hijo de John Adams (1825-1829). El Partido Federalista continuaría existiendo hasta las elecciones presidenciales de 1820 (en algunas zonas locales, aún más allá) pero sin ninguna oportunidad real de victoria desde 1800, quedando el Partido Demócrata-Republicano como una suerte de partido hegemónico.

Todo parecería que por fin se iba a conseguir la unidad en torno a un único partido, el demócrata-republicano. Desde la etapa de James Monroe, la oposición era testimonial, y tampoco había dejado ninguna otra formación como posible sucesora. Pero en 1829, el Partido Demócrata-Republicano se divide en dos. Las disputas entre el Presidente John Quincy Adams y un nuevo héroe de guerra (la anglo-estadounidense entre 1812 y 1815) como Andrew Jackson dividieron de nuevo a la política americana (¿una segunda paradoja?). John Quincy Adams, unido a un sector del antiguo Partido Federalista y a sus seguidores en el Demócrata-Republicano, fundo el Partido Nacional-Republicano (antecedente lejano del Partido Republicano), mientras que Andrew Jackson refunda el Partido Demócrata-Republicano, convirtiéndolo en el actual Partido Demócrata. Ambos se enfrentaron en una muy sucia y descalificadora campaña electoral en 1828 que se saldó con la victoria de Jackson, primer presidente del Partido Demócrata.

La presidencia de Andrew Jackson (1829-1837) fue profundamente transformadora. Jackson, que se consideraba a sí mismo como el heredero de Jefferson, llevo a cabo una serie de reformas con la intención de convertir Estados Unidos en un sistema asentadamente democrático. Jackson logró que la base electoral de los partidos se ampliase considerablemente, con lo que la figura del cacique local se vio inmersa en un claro retroceso. La presidencia de Jackson convierte la política en una actividad profesionalizada. Además, Jackson es el encargado de introducir el conocido como sistema de "Spoil System" que consiste en que cada vez que llega un nuevo Gobernante, sustituye a todos los responsables de la Administración por personas de su entera confianza, lo cual aumenta el monopolio presidencialista del poder y la Administración. Del mismo modo, la labor de Jackson hizo cada vez más frecuente el fenómeno de "Gerrymandering", que consiste en la manipulación de los límites territoriales de los distritos para favorecer los intereses electorales de aquellos que llevan a cabo la manipulación. Además, en clara línea con el mercantilismo y la llamada "Escuela Americana", Jackson incide en las políticas proteccionistas y de intervencionismo que proponían Hamilton y sus seguidores (lo cual no deja de ser contradictorio con su voluntad de declararse a sí mismo como fiel seguidor de los principios inspiradores de Jefferson).

La presidencia de Jackson es fundamental para entender el surgimiento y evolución del Partido Demócrata, que dominará la política norteamericana hasta 1860, así como para ver que en realidad, la llamada "Democracia Jacksoniana" era, en el fondo, bastante poco democrática y si muy útil para un control efectivo por parte del Presidente de los diversos resortes del poder, quitando poder a los responsables locales, profesionalizando la política norteamericana y favoreciendo el amiguismo político, los negocios hechos a la sombra del poder y las peores prácticas de los tiempos anteriores (como el gerrymandering, que se venía practicando desde 1812).


Próxima Entrega: El Surgimiento del Partido Republicano

lunes, 6 de febrero de 2012

Sevilla y el Sóviet Supremo

"Que Stalin alcanzase su posición fue la suprema expresión de la mediocridad del aparato."

- León Trotsky -



Todo empezó con la constitución de los sóviets españoles aquel famoso día 15 de mayo de 2011. Los sóviet fueron aquellas asambleas de obreros que, muy vinculados al PCUS controlado primero por Lenin y Trotsky y después por Stalin, iniciaron el espíritu revolucionario del proletariado ruso. Los intentos de Revolución proletaria en Rusia fueron considerables fracasos en un inicio. A las Revoluciones de 1905 y Febrero de 1917 de las cuales los comunistas salieron derrotados le siguió la de Octubre de 1917, ésta sí exitosa para los intereses del Comunismo.

Los sóviet eran asambleas populares (compuestas básicamente por el proletariado urbano) que mostraban un hecho muy curioso. Aparentaban ser institucionalización de la democracia directa, en las cuales las decisiones formalmente se adoptaban desde abajo hacia arriba (modelo bottom up decisorio). La realidad era justo la contraria, especialmente desde el triunfo del PCUS. La organización era sumamente jerarquizada, el Sóviet Supremo lo controlaba todo y lo hacia a las ordenes del Politburó de turno (primero dirigido por Lenin, después por Stalin).

Ese prodigio de la democracia directa que resultaron ser los sóviet no fue nada más que el gérmen del primer Estado Totalitario de la historia (al que unos años después seguiría el Estado Nacional-Socialista alemán dirigido por Hitler). En el 15-M encontramos algo muy muy similar. Presuntas asambleas de ciudadanos espontáneos que participaban de un debate público en las plazas tomadas por el poder de la asamblea (o sóviet) en la cual los nuevos "proletarios y proletarias" (los multimillonarios con rastas y marihuana) se erigieron en depositarios de la voluntad popular (como hicieron los sóviet marxistas-leninistas) y en enemigos del imperialismo y el capitalismo internacional (como hicieron, nuevamente, los sóviet marxistas-leninistas). Como en aquel momento, las fuerzas políticas de izquierda intentaron, con mejor o peor éxito, apropiarse del movimiento para sus intentos de alcanzar el poder (o mantenerlo). A diferencia de Octubre de 1917, pero al igual que había pasado en Febrero y en 1905, los sóviet y los partidos políticos que los instrumentalizaban, fracasaron en su empeño.

Así llega España a Febrero del año 2012. Con un Partido Socialista Obrero Español derrotado y hundido en sus expectativas político-electorales, decidieron montar un congresillo particular (una suerte del Sóviet Supremo) en que elegir a su Secretario General. Dos eran los candidatos a suceder al finado (políticamente, esperemos que con larga vida biológica) José Luis Rodríguez Zapatero. Los interesados fueron Alfredo Pérez Rubalcaba y Carmen Chacón (como dos también fueron los que se disputaron el papel central del PCUS a la muerte, aquí si biológica, del camarada Lenin: Stalin y Trotsky).

Algunos ven importantes paralelismos. Rubalcaba, como Stalin, representaba al aparato y la vieja guardia del Partido. Con un menor carisma y menos fotogenia mediática, Stalin (como Rubalcaba) contaba con un mejor conocimiento de los entresijos del poder y un apoyo claro de la burocracia estática y estandarizada que controlaba el partido. Además, Stalin supo ganarse a los "moderados" del partido, a ese "ala derecha" del PCUS encabezada por Bujarin.

Chacón, como Trotsky, contaba (dicen) con un mayor carisma y el apoyo de las bases proletarias del partido que pedían un profundo giro a la izquierda. Trotsky contaba con el apoyo del Ejercito Rojo y proponía el ideal de la Revolución Permanente (frente a la Revolución en un solo país y el apoyo de los burócratas que sostenía Stalin). Chacón que, sin ofender, es intelectualmente más limitada de lo que lo fue Trotsky, contaba con el apoyo de unos cuantos barones territoriales perdedores (como Tomás Gómez o José María Barreda) o en proceso de serlo (como Griñán en Andalucía), de su familiar grupo mediático (Mediapro) y tenia por leitmotiv con solamente dos grandes eslóganes: primarias "a la francesa" y más socialismo.

Los paralelismos continúan. El Congresillo de Sevilla (o Sóviet Supremo de Sevilla) se saldo con una victoria de Rubalcaba (nuestro Stalin particular) y una derrota clamorosa de Carmen Chacón (nuestra Trotsky particular, eso sí en femenino). Y algunos se sorprenden: "¡¡¡La Ejecutiva no es integradora!!!", claman estupefactos. Como si el Politburó de Stalin hubiese incluido a Trotsky. Incluyo a Bujarin y otros aliados contra Trotsky y el trotskismo pero incluso ellos fueron con posterioridad sacrificados durante las Grandes Purgas de los años 30.

Stalin ganó, Trotsky perdió. Y Stalin colocó en el Politburó a su gente. Rubalcaba ganó, Chacón perdió. Y, por supuesto, Rubalcaba ha colocado en su Politburó particular a su gente, a los que le han apoyado, no a los que han usado contra él calificativos que difícilmente se escucharan en boca de un miembro del Partido Popular. Se compitió y unos ganaron, otros perdieron. Incluso aunque no haya que recurrir al símil soviético (nada descabellado después de lo que hemos contado), en las democracias las cosas también son así.

El PSOE, con su nuevo Secretario General tal vez no comprenda dos hechos que son clave: uno interno, otro externo al partido.

El interno es lo que Robert Michels, al estudiar los partidos políticos y en especial el SPD, llamó "La Ley de Hierro de la Oligarquía" que se concreta en los siguientes elementos o características:

1) Que cuanto más grande es un partido político más se burocratiza (y el PSOE es el primer partido de masas de nuestra historia, aunque hoy el Partido Popular le "gane" en número de militantes) debido a la especialización y la complejidad.

2) La dicotomía, insalvable, entre la necesidad de eficiencia política y democracia interna. A mayor eficiencia, menos democracia y viceversa.

3) La psicología de las masas, que necesitan de un liderazgo fuerte, sólido y jerárquico. El militante no se caracteriza por su profunda reflexión, sino por querer que un caudillo personalista le de instrucciones para ejecutarlas.

Todo ello lleva a la progresiva burocratización del partido, a la creación de unas élites de poder en su seno que no responden más que a la lógica de cualquier otra burocracia similar a las del mundo de la Administración Pública o de algunos casos de Empresas gigantescas.

Pero es que, además, resulta totalmente falso que el Partido Socialista haya desencantado a la izquierda por su política del último año y medio y por ello haya perdido el apoyo electoral de su lado izquierdo. Como puede comprobarse aquí, en realidad es el electorado moderado el que ha acabado por abandonar al PSOE ante la perspectiva de una incapacidad de gestión y de una falta de ideas claras.

Trotsky no supo ver que el PCUS no era ya en 1927 una agrupación de proletarios revolucionarios sino un aparato burocratizado de profesionales de la contabilidad y leguleyos de poca profundidad intelectual. Como consecuencia de ello, Trotsky tuvo que marchar dos años después al exilio, en 1929, y deberá huir el resto de su vida hasta ser finalmente asesinado en Mexico en agosto del año 1940.

Chacón no ha sabido ver que el PSOE no es ya en 2012 un partido que ansíe mayor nivel de democracia interna y un giro hacia un mayor socialismo. El PSOE es un partido dividido y enfrentado, en donde sus élites burocráticas lo último que desean es ceder poder y cambiar demasiado sus ritmos de vida. Por ello ha sido derrotada Chacón ante un perdedor innato como Rubalcaba. El PSOE, en 2012, no es ni más ni menos que lo que Richard Katz y Peter Mair llaman un "Partido Cartel"