miércoles, 25 de abril de 2012

La Paradoja Norteamericana III: De Kennedy a Obama. La Transformación de la Política Norteamericana.

"En la década de los 50, Kruschev predijo: «os enterraremos». Pero en Occidente hoy vemos un mundo libre que ha alcanzado un nivel de prosperidad y bienestar sin precedentes en toda la historia humana. En el mundo comunista vemos fracaso, retraso tecnológico, niveles sanitarios en declive, incluso necesidad del tipo más básico: demasiada poca comida. Incluso hoy, la Unión Soviética no puede alimentarse a sí misma. Después de estas cuatro décadas, entonces, una conclusión inevitable se alza ante el mundo entero: la libertad lleva a la prosperidad. La libertad viene a sustituir los antiguos odios entre las naciones por civismo y paz. La libertad es la vencedora."
- Ronald Reagan -
Presento aquí la tercera y última entrega de la serie de artículos que vienen a hacer un repaso, si bien muy superficial y breve, a la historia política de Estados Unidos y a las paradojas que su desarrollo histórico han tenido que afrontar los americanos. En el primer artículo, recordaremos, se trato de establecer cual era la línea que unía el desarrollo político de los Padres Fundadores con la Democracia Jacksoniana y el surgimiento del Partido Demócrata. En el segundo artículo lo que intentamos fue situarnos en el nacimiento del Partido Republicano moderno para alcanzar hasta el New Deal y la inmediata etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial. En este tercer y último artículo vamos a abordar los últimos 50 años de la historia política norteamericana y fundamentalmente dos grandes cambios: los que supusieron John Fitzgerald Kennedy, demócrata, y Ronald Reagan, republicano.
1. Análisis Político Teórico

No obstante, creemos que primero es importante abordar una serie de textos de la ciencia política que aparecen en torno a los años 60 y que se han convertido en clásicos del análisis político desde entonces hasta nuestros días. Los cuatro textos de los que vamos a hablar a continuación marcan en buena medida las bases del análisis político y electoral, no solamente en Estados Unidos sino en cualquier lugar, y por tanto resulta importante mencionarlos aunque sea brevemente.
El primero de esos textos se titula "The Civic Culture" y sus autores son Gabriel Almond y Sidney Verba. Este estudio apareció en el año 1963 y marca el verdadero punto de partida para el análisis del fenómeno de la "cultura política" desde una perspectiva científica. Almond y Verba definen la cultura política como el conjunto de orientaciones específicamente políticas de los ciudadanos hacia el sistema político, hacia sus componentes y hacia uno mismo como parte del sistema. El estudio de Almond y Verba se basa en la aproximación hacia las actitudes políticas en cinco sociedades bien diferentes: Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Alemania y México. Almond y Verba lo que hacen es analizar las actitudes políticas y llegan a la conclusión de que existen tres tipos ideales de cultura política:

1) Cultura participante: Se caracteriza porque sus integrantes tienden a estar claramente orientados hacia el sistema teniendo un papel activo en la comunidad política.
2) Cultura de súbdito: Los ciudadanos enfocan su atención política hacia los outputs del sistema (esto es, hacia las políticas y las decisiones públicas) pero manteniendo un papel pasivo en la toma de decisiones y en el proceso político.
3) Cultura parroquial: Sus miembros apenas tienen consciencia del reconocimiento de las autoridades públicas ni del sistema político.
Como cualquier tipo ideal, la realidad es mucho más compleja y presenta combinaciones variables de las mismas, las más importante de las cuales en las democracias consolidadas sería la de Cultura Cívica que viene a resumirse en la idea de que "las democracias liberales funcionan mejor y son más estables si tienen ciudadanos que participan (pero no demasiado) y obedecen (pero no de forma pasiva)". Almond y Verba establecen además que este tipo de cultura cívica es muy frecuente en los casos norteamericano e inglés, siendo prácticamente inexistente en México y ocupando Alemania e Italia una posición intermedia entre ambos.
El estudio de "The Civic Culture" tiene importancia fundamentalmente por dos motivos: en primer lugar porque sienta las bases de la importancia que la cultura política tiene en la consolidación y desarrollo de los sistemas democráticos y, en segundo lugar porque asienta la importancia de la socialización política como elemento clave para la adquisición de los valores políticos.
Pero el de Almond y Verba no es el único estudio importante. Vamos a señalar otros tres aquí que son claves para entender la orientación del voto ciudadano, todos ellos publicados entre finales de los años 50 y principios de los años 60. Si tomamos cualquier manual en que se hable de comportamiento electoral, la mención de estos tres será obligada. Generalmente, no obstante, suelen estudiarse en un orden inverso al que veremos aquí, lo cual tiene su lógica en un análisis en mayor profundidad pero aquí optaremos por una sencilla enunciación y un orden estrictamente cronológico. Quien desee profundizar puede hacerlo acudiendo a los textos o a un manual (al final del artículo se recomienda uno).
El primero de los textos al que vamos a hacer referencia se encuadra en la llamada Escuela de Elección Racional. Es un análisis de tipo economicista del voto y algunos lo llaman "teoría de la competencia espacial". El texto a que nos referimos se publicó en el año 1957 y su título es "An Economic Theory of Democracy" escrito por Anthony Downs. Anthony Downs es un autor muy próximo a la Escuela de la Elección Pública de James Buchanan y a algunos conocidos liberales como Milton Friedman o Friedrich Hayek con los que coincide en algunos puntos (aunque no en todos). El texto de Anthony Downs es muy interesante y tiene muchas aportaciones clave para el estudio de la democracia actual desde una perspectiva crítica. No obstante solamente vamos a mencionar tres de las cosas fundamentales que Downs nos ofrece en su estudio.
1) Downs tiene una concepción economicista y racionalista de la democracia. Ve la competencia electoral como un mercado en el cual los partidos políticos harían el papel de empresarios compitiendo y los ciudadanos/electores serían los consumidores que con su voto "compran" la mercancía que les ofrecen los partidos. De este modo, Downs da la vuelta a la teoría de Duverger: los partidos políticos no se presentan a unas elecciones para obtener el apoyo electoral que les permita llevar adelante sus programas políticos y transformar así las condiciones de la sociedad, sino que más bien los partidos políticos llevan a cabo políticas y programas con el fin de conseguir el apoyo de los electores y de este modo acceder al poder o conservarlo, maximizando así su poder político (del mismo modo en que el empresario ofrece a los consumidores lo que desean para así maximizar su beneficio económico).

2) Anthony Downs es el primer autor en explicitar la importancia del contexto económico y las percepciones sobre el rumbo de la economía a la hora de determinar el voto de los electores, así como la relación entre la situación del contexto económico y la popularidad de los líderes políticos. Para Downs el elector es un sujeto racional que vota en función de los beneficios que considera que obtendrá de la victoria del partido político por el que opta. Dicho de otro modo, mediante el voto, el elector espera que su situación económica mejore, o al menos no empeore. Para Downs otras consideraciones de tipo afectivo, moral o de simpatías políticas tienen un interés secundario: el elector vota mediante un cálculo plenamente racional atendiendo a su propia percepción económica subjetiva tanto en relación con sus posibilidades personales de mejora como con relación a la mejora de la situación económica en general.

3) ¿Cuál es por lo tanto el papel de la ideología en la teoria de Downs? Bien, el elector tiene una serie de intereses racionalmente construidos. Sin embargo sus posibilidades de información y de conocimiento sobre los efectos de las posibles políticas en su situación económica son limitadas. La ideología juega por lo tanto un papel de "atajo cognoscitivo", lo que significa que la ideología siendo plenamente racional sirve únicamente para cubrir las lagunas de información y para hacerse una idea aproximada de cuáles son sus propios intereses y de cual es el partido político que mejor puede defenderlos.

El análisis político-económico de Downs sin duda es mucho más profundo y complejo, pero estas simples notas pueden servir para hacerse una idea aproximada de su concepción de la democracia, de los partidos políticos y de los ciudadanos electores.

Pasemos por lo tanto al segundo texto de referencia sobre el voto. Se trata de un estudio llevado a cabo por varios autores de la conocida como "Escuela de Michigan" y publicado en 1960 con el titulo de "The American Voter" en el que participaron Campbell, Converse, Miller y Stokes. Si el anterior caso de Downs podíamos encuadrarlo en un análisis racionalista (economicista) e institucionalista (del contexto), el modelo de la Escuela de Michigan sería un enfoque psico-social muy ligado al "behaviourismo", a las actitudes y a la cultura política (y la socialización política).

El punto fundamental de la Escuela de Michigan es que los electores votan en función de una identificación de tipo emocional y cultural con el partido político. Por eso, se conoce también al modelo de Michigan como "Modelo de Identificación Partidista". La idea supone partir del concepto de actitudes políticas que es un subtipo de las actitudes culturales en general. Estas actitudes nos son transmitidas mediante el proceso de socialización (tanto familiar como en la escuela). Una serie de valores que nos son transmitidos en el entorno familiar, incluso antes de comprender la política ni de tener ningún conocimiento sobre la misma, ya comienzan a marcar nuestra identificación con un partido, al que muy posiblemente votemos el día de mañana al tener la edad legal para hacerlo. Por ejemplo, en el año 2000 tenemos una medición de la identificación partidista de los padres y la de sus hijos menores de edad y el resultado es bien claro: De los niños con padres identificados con el Partido Demócrata; un 70% de sus niños se identificaban también como demócratas, un 20% como "independientes" y solamente un 10% se identificaban con el Partido Republicano. Con ligeras variaciones sucedía al revés: Los hijos de padres identificados con los republicanos se identificaban en un 54% con los republicanos, en un 21% como "independientes" y en un 25% se identificaban con los demócratas.

Dentro de la identificación partidista podemos además distinguir dos dimensiones: la dirección y la intensidad. La dirección hace referencia a la identificación como "republicano", como "demócrata" o como "independiente". La intensidad marca el grado de identificación: es decir si se sienten "fuertemente demócrata/republicano" o si se sienten "débilmente demócrata/republicano" y en el caso de los que se declaran "independientes" si son independientes con una inclinación hacia los republicanos o si son independientes con una inclinación hacia los demócratas.

De tal modo que: aquellos que se sentían identificados de manera fuerte con un partido votaban por éste en un 96-97% de los casos, aquellos que se sentían identificados con un partido de manera débil lo hacían en un 80-85% de los casos y aquellos que se declaraban independientes votaban por el partido por el que en último término se sentían inclinados en un 70-78%. Aquellos independientes sin ninguna inclinación votaban apróximadamente en un mismo porcentaje por republicanos y por demócratas (datos NES, año 2000).

Este modelo, no obstante no es operativo en los sistemas políticos europeos y por lo tanto se utiliza un criterio similar pero ciertamente diferenciado: el de la ya clásica alineación izquierda-derecha. Esto se debe a una mayor variación histórica de los partidos políticos, a un mayor número de los mismos y a una cultura política mucho más identificada con las adscripciones ideológicas que con una identificación de tipo simbólica y emocional con un partido político concreto.

Para terminar esta primera parte del artículo tenemos que hacer mención al último de los estudios importantes que vio la luz en los años 60. Se trata de un estudio llevado a cabo por el norteamericano Seymour Martin Lipset y el noruego Stein Rokkan. La fructífera colaboración entre Lipset y Rokkan durante los años 60 ha hecho de la referencia a los mismos un clásico en el análisis político. Nosotros para el tema que nos ocupa en el artículo solamente vamos a abordar su clásico artículo titulado "Cleavage structures, party sistems and voter alignements" (es decir: Estructura de clivajes, sistema de partidos y alineamientos de votantes). La referencia a Lipset y Rokkan es básica por dos motivos. El primero de ellos es que forman parte junto a otros (Duverger, Dahl, Sartori, Linz, Almond, Verba o Easton por citar solamente a algunos) de la generación a la que podríamos llamar la "ciencia política contemporánea". El segundo es que responden a una generación que marca los estudios de la izquierda post-marxista, sus análisis son clave para entender la ciencia política de izquierdas actual (bueno, en el caso de Lipset fue aún más allá y tras abandonar el Partido Socialista americano en los años 60 acabo asumiendo tesis liberales moderadas inspiradas por Tocqueville, Washington, Weber e incluso Aristóteles). Independientemente de la opinión que merezca el estudio de Lipset y Rokkan (y yo soy muy crítico con el mismo) su conocimiento es por lo tanto esencial para entender muchas cosas.

Lipset y Rokkan parten de la idea de los "Clivajes". ¿Qué son estos "clivajes"? Muy fácil, la división de la sociedad en dos bandos enfrentados que vienen determinados por una división de naturaleza histórica de la estructura social. Esta división es profundamente sentida por parte de los ciudadanos y ello hace que se configuren una serie de alineamientos entre los votantes y los partidos políticos (cuyo surgimiento no es enteramente "libre" sino que viene determinado por las divisiones sociales). El mal uso que los medios de comunicación y la opinión pública dan al concepto de "clivaje" ha generado mucha confusión. Los "clivajes" no dependen de apreciaciones subjetivas ni ideológicas (no existe tal cosa como un "clivaje" de "izquierda-derecha" ni otro de "nacionalista-no nacionalista") sino que vienen determinados única y exclusivamente por divisiones en el seno de la estructura social. El análisis de Lipset y Rokkan es por lo tanto "sociológico" o "estructuralista".

¿Cómo "nacen" estos "clivajes"? El surgimiento de los clivajes viene unido a los tres fenómenos de naturaleza histórica más importantes que marcan el paso del mundo antiguo y medieval al mundo moderno. Esto es, los "clivajes" surgen de la formación del Estado-nación moderno; de la división entre Reforma Protestante y Contrarreforma; y de la Revolución Industrial. De estos tres fenómenos (unido a cada cual de ellos hay una serie de "conflictos") se acaban determinando una serie de "clivajes" que podemos agrupar en varios tipos: clivajes de denominación religiosa, clivajes de origen y clivajes de clase social. En cada sociedad, los "clivajes" tienen una importancia relativa u otra. Hay sociedades a las que podemos llamar simples, donde solamente existe una única división en la estructura de "clivajes" y por lo tanto un único conflicto (por ejemplo, el de clase social, burguesía vs. proletariado) mientras que otras sociedades serían más complejas con varias divisiones diferenciadas y superpuestas (por ejemplo añadiendo al de clase social otro de denominación religiosa, católicos vs. protestantes, o uno de origen de centro vs. periferia).

En el caso que nos interesa, Estados Unidos, podrían distinguirse tres "clivajes" con respecto a la categoría de Lipset y Rokkan: el de clase social, el de denominación religiosa y un "clivaje" de origen (que en el caso americano sería el de "origen étnico"). Algunos incluso añadirían un segundo "clivaje" de origen, unido a la territorialidad, pero creemos que con los tres anteriores es más que suficiente para dar cuenta del fenómeno americano.

El caso norteamericano es muy curioso, ya que los diferentes "clivajes" en lugar de dar lugar a un sistema de partidos típicamente pluripartidista, las diferentes divisiones estructurales de la sociedad se acabarían redirigiendo hacia demócratas o republicanos. Veamos los tres ejemplos:

1) Respecto del "clivaje" de clase social: La estructura socioeconómica norteamericana tiene un patrón de voto e identificación bastante estable al menos hasta 1960. El Partido Republicano defendía dos grandes intereses "de clase" (por así decirlo) que sería el de los pujantes propietarios industriales del norte del país y el de las clases más desfavorecidas en el sur agrícola, los cuales tendrían unos intereses bastante coincidentes. Con los demócratas sucede justo a la inversa: representaban los intereses de los obreros industriales del norte en peor situación socioeconómica y a la vez los de los ricos hacendados sureños, cuyos intereses comunes eran intentar frenar la incipiente (o ya no tan incipiente) industrialización. Como veremos en la segunda parte del articulo, esto se modifica en los años 60.

2) Con relación al "clivaje" de denominación religiosa: Disponemos aquí, como en el caso de la identificación partidista de los datos NES 2000. Vemos como en el año 2000, entre los "protestantes principales" obtenia una cierta ventaja Al Gore sobre George Bush (del 55% frente al 43%), mientras que en el caso de los "protestantes evangélicos" el voto a Bush era muy superior (un 58% frente al 39% de Gore). En el caso de los católicos el porcentaje era muy similar entre ambos candidatos (48% Gore, 49% Bush). Sin embargo, entre "otras denominaciones religiosas" el voto a Gore sobre el voto a Bush era arrollador (un 80% frente a un 15%). Vemos por lo tanto que mientras que los protestantes principales y las confesiones más minoritarias se decantaban por Gore, en el caso de los protestantes evangélicos (de gran peso en Norteamérica) favorecían claramente a Bush y a los republicanos.

3) Por último, considerando el "clivaje" de origen étnico: El voto de la población blanca tiende a favorecer a los republicanos (en 2000, un 52'7% votó por Bush frente a un 47'3% que lo hizo por Gore) si bien de manera limitada. Sin embargo, vemos que las minorías étnicas tienden al voto hacia los demócratas en un porcentaje mayor (un 74% votó por Gore, frente al 26% que lo hizo por Bush). Si acudimos concretamente al voto de la población de origen afro-americano esta diferencia es aún más significativa: un 90% de dicho colectivo votó por Al Gore en 2000, y en 2008 un 95% de los afro-americanos optó por dar su voto a Obama.

Para cerrar esta primera parte del artículo podemos decir que una serie de estudios y aportaciones de nivel teórico y empírico aparecidas durante los años 60 (en plena "revolución cientificista") se convirtieron en textos clave para entender el funcionamiento de la comunidad política y el comportamiento político y electoral de los ciudadanos. Estos estudios son importantes para entender la vida política norteamericana, pero no solamente la norteamericana. De todos esos estudios nosotros hemos destacado cuatro: "The Civic Culture" de Almond y Verba como el estudio clásico a la hora de entender la cultura política de las sociedades actuales y tres estudios muy importantes en lo que se refiere al voto y los partidos políticos y que forman la base de tres importantes enfoques del estudio del fenómeno político: 1) el enfoque racionalista o institucionalista; 2) el enfoque psicosocial o de actitudes y valores políticos; y 3) el enfoque sociológico o estructuralista. Todo ello nos permitirá analizar en la segunda parte los cambios sufridos en la sociedad americana y que marcan la evolución política del país en los últimos 50 años, y especialmente el papel que dos figuras clave jugaron en dichos cambios: el demócrata y progresista John F. Kennedy en los años 60; y el republicano y conservador Ronald Reagan en los 80.

2. Evolución Política de los Estados Unidos (1960-2012)

a) De 1960 a 1980: Dominio Demócrata

Lo primero que debemos hacer es contextualizar la situación que en estos años tiene que afrontar Estados Unidos. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y Occidente deben hacer frente a una nueva amenaza: la amenaza soviética. Con la derrota del totalitarismo nazi no se pone fin a la amenaza que pesa sobre la libertad, ya que otro totalitarismo se alza frente a las libertades. El totalitarismo soviético había formado parte del bando aliado, de los vencedores de la guerra, y como tal su posición política internacional se había reforzado. La URSS había formado parte de los miembros fundadores de la ONU, tenía un puesto permanente con capacidad de veto en su Consejo de Seguridad, y su esfera de influencia cubría la mitad este de Europa y buena parte de los países nacidos fruto de la reciente descolonización. Incluso el grupo de los llamados "países no alineados" eran muy poco considerados al esconder sus inclinaciones pro-soviéticas. Incluso buena parte de los intelectuales residentes en Occidente (el caso del filósofo Jean-Paul Sartre es muy conocido pero no el único) repugnaban de la causa occidental y de la libertad y abrazaban en secreto (o incluso, de manera pública) la causa de la URSS y de la extensión del socialismo real. Incluso Alemania, corazón de Europa y gran perdedor de la guerra, había quedado dividida en dos: la parte occidental, liberal y democrática, se llamó "República Federal de Alemania" (RFA); mientras que la parte oriental, de influencia soviética y socialista, optó por bautizarse como República Democrática de Alemania" (RDA) pese a su nulo carácter democrático. La amenaza soviética tuvo momentos de mayor riesgo de expansión y otros de una cierta tranquilidad y distensión, pero estuvo presente durante más de 40 años (desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial en 1945 hasta la caída del comunismo entre 1989 y 1991). Estados Unidos, por su parte, se erigió en el gran defensor y líder de la causa de la libertad, la democracia y la mentalidad occidental; de aquello que en el pasado se llamó, aunque hoy tendamos a olvidarlo, el "Mundo Libre".

Pues bien, en 1960 se celebraron en Estados Unidos unas muy importantes elecciones presidenciales que cambiarían el futuro político del país para las siguientes décadas. Estas elecciones fueron las que enfrentaron al candidato demócrata John F. Kennedy frente al republicano Richard Nixon. Ambos fueron presidentes de los Estados Unidos, pero en esta ocasión quien se impuso fue Kennedy. Estas elecciones fueron importantes por varios motivos:

1) Los cuatro debates que enfrentaron a ambos candidatos presidenciales fueron los primeros de la historia de los Estados Unidos que tuvieron lugar ante las cámaras de televisión, medio de comunicación de masas en auténtico auge. Este hecho les dotó de una cobertura absoluta y puso en marcha por primera vez una política basada en la imagen. De hecho, la imagen mostrada por Nixon en el primer debate perjudico sus expectativas electorales, mientras que la de Kennedy le hizo ganar importantes enteros. Los debates siempre se habían realizado, por ejemplo Lincoln participó y ganó unos cuantos, pero ahora con la televisión su repercusión era mucho mayor.

2) Las elecciones llevaron al triunfo de un candidato presidencial de religión católica, con lo que se rompió con la continuidad tradicional de que solamente un protestante pudiese llegar a la Casa Blanca. Kennedy tuvo que superar muchos prejuicios, ya que muchos electores protestantes (incluso simpatizantes demócratas) pensaban que la elección de un católico podría suponer la implantación de políticas papistas en Estados Unidos.

3) Y quizás más importante que todo lo anterior fue tal vez el importante movimiento político que inició Kennedy para transformar el mapa electoral y partidista de Estados Unidos. Kennedy emprendió una serie de alianzas políticas, de acercamientos y de transformaciones que cambiarían para siempre al Partido Demócrata y cuyos efectos ya hemos apuntado cuando abordabamos los diferentes enfoques teóricos: Kennedy acercó por primera vez de manera seria y profunda al Partido Demócrata hacia una serie de nuevos electores. Kennedy vinculó las señas demócratas a grupos en auge como el Movimiento de los Derechos Civiles o los colectivos feministas, incluyendo lo que Inglehart ha llamado "valores postmaterialistas" en la política norteamericana; a la vez que se ganaba a las diferentes minorías religiosas y étnicas. Kennedy, originario de Massachusetts, se ganó de este modo el favor de una serie de colectivos históricamente inclinados a votar al Partido Republicano, a la vez que lograba la hegemonía electoral de casi toda la costa este, se adentraba crecientemente en el norte de los Estados Unidos y obligaba también a cambiar al Partido Republicano.

El cambio político de Kennedy fue por lo tanto espectacular, y aunque él no llegó a vivirlo en su plenitud (como todo el mundo sabe falleció asesinado el 22 de Noviembre de 1963 en Dallas, Texas cuando faltaba un año para su más que probable reelección) si asentó las bases para unos 20 años más de dominio político de su partido.

El triunfo de Kennedy no fue espectacular en términos electorales: consiguió solamente una diferencia de poco más de 100.000 votos sobre Nixon (un 49'7% del total frente a un 49'6%) y obtuvo una ventaja de sólo 84 compromisarios del Colegio Electoral. No obstante, su éxito estuvo en conseguir aumentar en más de un 30% el voto demócrata y en sus cambios profundos en la estructura del voto norteamericano: el Partido Demócrata habia dejado de ser el partido de los hacendados terratenientes sureños, los puritanos y los deprimidos obreros industriales del norte y se había convertido en partido de referencia en las clases medias y prosperas del país. La desconfianza del capital industrial ante los demócratas que databa de la época de Jackson y muy especialmente desde la Guerra Civil, había desaparecido.

Sin embargo el Partido Republicano no terminaba de reaccionar. La estrategia de Kennedy y de sus sucesores descuadró a los republicanos durante casi dos décadas hasta que, como luego veremos, Ronald Reagan consiguió la transformación del partido hacia 1980. De hecho, entre 1960 y 1980, los republicanos solamente ocuparon la Casa Blanca durante 8 años entre 1968 y 1976 (con Nixon entre 1968 y 1974 cuando tuvo que dimitir por el "Watergate" y sus consecuencias políticas; y con Gerald Ford que le sustituyó entre 1974 y 1976). Por su parte los demócratas gobernaron el resto de años con tres presidentes diferentes: Kennedy (1960-1963), Lyndon B. Johnson (1963-1968) y Jimmy Carter (1976-1980). Es por eso que al periodo comprendido entre 1960 y 1980 muchos lo conocen como el periodo de dominio demócrata.

En el plano internacional, Kennedy pese a las insinuaciones arrojadas por muchos sectores conservadores, estaba lejos de ser un "socialista" y de simpatizar con el comunismo soviético. Así se pone claramente de manifiesto con su viaje a Berlín y con su discurso "Ich bin ein berliner" ("soy un berlinés") con motivo de la construcción del Muro de Berlin en 1961 y el cerco soviético a Berlin Occidental; con la ayuda a la intervención fracasada en Bahía Cochinos tras la Revolución Cubana; o con la "Crisis de los misiles" que afectó a Estados Unidos, la URSS y Cuba. Independientemente de como su juzgue su política de imagen, su gestión gubernamental o sus actuaciones puntuales, si hay algo que realmente creo parece fuera de toda duda es que Kennedy sería cualquier cosa, pero no puede calificarsele en ningún caso ni de "comunista", ni de "socialista", ni de "amigo de los soviéticos".

Mucho más cuestionables son otras presidencias del periodo, como la de Johnson que resulto totalmente ruinosa, la de Nixon que fue corrupta y llena de mentiras o la de Carter que resultó ser absolutamente nefasta tanto desde el punto de vista de la gestión como desde la perspectiva de la política exterior (nunca lo suficientemente firme frente a Breznev, sin duda la peor amenaza soviética desde Stalin y también superior a todos los que le sucedieron).

b) De 1980 a 2008: Dominio Republicano

En 1980 se producirá un importante cambio en la política norteamericana. Se trata de la conocida como "Revolución Conservadora" del Partido Republicano. Esta transformación del Partido Republicano va claramente unida a un nombre propio: el de Ronald Reagan. Los efectos del cambio fueron incontestables: la conversión del Partido Republicano en el partido conservador de Estados Unidos, una preocupación de los republicanos por los valores originarios de la nación y un dominio político de casi 30 años. Veamoslo con un poco más de detalle.

En 1980 la situación de los Estados Unidos era crítica. Los efectos de la "crisis del petróleo" habían deprimido la economía norteamericana, habían demostrado que el inflacionismo keynesiano era totalmente incapaz de conseguir el pleno empleo y la gestión nefasta y ruinosa del presidente Jimmy Carter dejaron Estados Unidos al borde del colapso.

Frente a ello, en el Partido Republicano contaban con una figura en auge, Ronald Reagan, que había sido Gobernador de California entre 1967 y 1975. Reagan en sus inicios había sido miembro del Partido Demócrata, partido que abandonó oficialmente en 1962 ante la política a su juicio excesivamente "liberal" por parte de la Administración Kennedy y por conflictos con General Electric. En su juventud había sido admirador de Roosvelt y del "New Deal" pero en los años 50 empezó a apoyar a candidatos republicanos (Eisenhower en 1952 y 1956 y Nixon en 1960), apostando por un Gobierno Federal mucho más reducido. Firme anticomunista, defensor del libre mercado y cristiano, Reagan, el antiguo demócrata, se convirtió en el gran reformador republicano llevando a este partido a una de sus épocas de mayor gloria y éxito político.

¿Qué cambios reales supuso esta "Revolución Conservadora"? Reagan pretendía el retorno de su partido a los viejos valores que según él caracterizaron a los "Padres Fundadores": la preocupación por los asuntos internos, la defensa de la propiedad privada y el libre mercado, la reducción del papel del Gobierno Federal en la vida social y económica y la defensa de la libertad (tanto en su vertiente económica como política). Reagan consiguió de esta manera un nutrido y heterogéneo grupo de partidarios que iban desde libertarios hasta cristianos evangélicos fundamentalistas pasando por sectores muy extensos de la clase media norteamericana. Con Reagan el Partido Republicano se liberó de forma definitiva de sus tendencias más "hamiltonianas" en materia económica a la vez que abrazaba un importante conservadurismo social y moral. De este modo, en 1980 los republicanos, igual que habían hecho los demócratas en 1960, parecían romper finalmente con una larga tradición de enfrentamiento de los partidos en torno a las ideas de dos de los "Padres Fundadores": Alexander Hamilton y Thomas Jefferson. Y digo que parecían romper porque como luego veremos (y ya sobre las bases de las transformaciones de Kennedy y Reagan) esta dialéctica parece recuperarse a partir de 2008.

El éxito de Reagan respecto a Carter fue más que notable. Reagan obtuvo en 1980 cerca de 8'5 millones de votos más que Carter (un 50'7% frente a un 41%); ganó en 44 estados frente a 6 estados y el Distrito de Columbia en que ganó Carter; y obtuvo 489 electores frente a los 49 de su rival. El éxito de Reagan había sido desde luego incomparable.

Su política se centró en dos ámbitos muy concretos: en el ámbito interno llevó a cabo una serie de reformas y políticas de austeridad que permitieron que durante sus mandatos se creasen del orden de 20 millones de puestos de trabajo y se superase la crisis económica; mientras que en el ámbito internacional se convirtió en uno de los más firmes adversarios del comunismo y especialmente del soviético hasta el punto de que nadie libre de prejuicios puede negar que Reagan es una de las tres figuras clave en la derrota del comunismo soviético junto a Margaret Thatcher (primera ministra británica con unas políticas parecidas en bastantes aspectos a las de Reagan, aunque distintas en otros aspectos) y al papa Juan Pablo II.

El éxito de su gestión y de su "Revolución Conservadora" fue tan imponente que en 1984 renovó la confianza de los electores para un segundo mandato y lo hizo con unos datos impresionantes. Ese año, Reagan derrotó al candidato demócrata (Mondale) en la totalidad de estados con la excepción de Minnesota (estado natal del candidato demócrata en que éste ganó por un escasísimo margen) y el Distrito de Columbia. Además, Reagan obtuvo la victoria por unos 17 millones de votos de diferencia y casi 18 puntos porcentuales más que su rival. Reagan obtuvo 525 electores del Colegio Electoral frente a solamente 13 del demócrata (los 10 de Minnesota y los 3 del DC). Una de las mayores y más abultadas victorias electorales de la historia de las presidenciales norteamericanas, algo a tener en cuenta cada vez que algunos afirman que en Estados Unidos nadie quería a Reagan.

Tras la "Era Reagan" los republicanos han dominado la política americana hasta el año 2008. Entre 1988 y 2008, los demócratas han ocupado la Casa Blanca solamente durante los ocho años de la etapa de Clinton (entre 1992 y 2000), mientras que junto a los ocho años de presidencia de Reagan han habitado la Casa Blanca otros dos políticos republicanos (George Bush Sr. entre 1988 y 1992; y George Bush Jr., su hijo, entre 2000 y 2008 tras unas elecciones muy cuestionadas en el año 2000 en que se enfrentó al que fuese vicepresidente de Clinton, Al Gore). No obstante, las presidencias de ambos Bush han estado muy lejos de ser tan exitosas como la de Reagan, y la política americana se resintió por ello.

c) Del 2008 al 2012: De Obama a la confusión

En 2008, parece que las cosas vuelven a cambiar. La base social y electoral de los partidos (así como buena parte de su carga ideológica) parece mantener una cierta constancia desde los cambios que se operaron en la era Kennedy para los demócratas y en la era Reagan para los republicanos. No obstante, en 2008 se rompe el ciclo de hegemonía republicana en la Casa Blanca. Parte de la culpa la tienen los propios republicanos. Y es que la gestión interior de la Administración Bush resulto verdaderamente descabellada. La burbuja de las "hipotecas subprime" o "hipotecas basura" que tan bien le vino al gobierno de Bush para financiar sus operaciones bélicas en el exterior acabo degenerando en una crisis financiera y, por efecto de ésta, en una crisis para la "economía real" de los ciudadanos americanos con altos niveles de desempleo (al menos si los comparamos con las décadas anteriores) y una elevación en términos tanto absolutos como relativos de la deuda pública que ha afectado muy negativamente a la credibilidad económica norteamericana (y por contagio, y de forma si cabe más importante, de la europea).

La Administración Bush llegó a la Casa Blanca con dos promesas fundamentales: recuperar el pretendido "aislacionismo" histórico de los Estados Unidos en el ámbito internacional (algo que por otra parte nunca fue exactamente tal) tras las presidencias de su padre y de Clinton, ambas muy internacionales; y ofrecer una gestión económica austera y conservadora. Sin embargo, un terrible acontecimiento frustraría las intenciones iniciales de Bush y de sus principales asesores: el mayor ataque terrorista sufrido por los Estados Unidos y la mayor ofensiva sobre suelo americano desde Pearl Harbour en 1941, los atentados terroristas del 11 de Septiembre de 2001 ideados por Al Qaeda (literalmente, "La Base") y por su líder, el terrorista de origen saudí Osama Ben Laden. Esta masacre terrorista se llevó la vida de en torno a 4.000 ciudadanos norteamericanos y obligó a Bush a declarar lo que el llamó "la guerra contra el terrorismo". El culmen de esta guerra contra el terrorismo (cuya viabilidad por su propia naturaleza es escasa) son las dos guerras más importantes de las últimas décadas tanto por el número de bajas como por el coste económico: la Guerra de Afganistán iniciada en Noviembre de 2001 y la Guerra de Irak iniciada en la primavera de 2003. Su éxito en términos militares ha sido muy dudoso, el descrédito político de los Estados Unidos bastante elevado y el coste en vidas y en fondos de los contribuyentes absolutamente insostenible.

En este contexto, y teniendo que competir con un rival de escasa entidad (John McCain), los demócratas vuelven a la Casa Blanca con un nuevo presidente, Barack Hussein Obama. Obama triunfó electoralmente por varios motivos, algunos de los cuales podemos enunciar a continuación:

1) Uno de los principales motivos fue, como hemos dicho, el descrédito en que había caído el Partido Republicano tras los 8 años de presidencia de Bush. Con una gestión política y económica verdaderamente mejorable, los republicanos habían perdido sus dos enganches electorales fundamentales en términos de credibilidad: la confianza en que el Partido Republicano es un partido mucho más cercano a los intereses de los ciudadanos norteamericanos y mucho menos dados a "aventuras" internacionales; y la confianza en que los republicanos son mucho más austeros y contenidos con el presupuesto (especialmente el federal) que sale del bolsillo de los contribuyentes.

2) Obama es además un candidato de imagen. En un mundo donde la mediatización política es cada vez más importante, Obama presentaba una imagen muy del gusto de una parte importante del electorado. La posibilidad de que un candidato de raza negra (aunque en el fondo no es tal) ocupase por primera vez la Casa Blanca era algo ya presente en el imaginario colectivo a través del cine o las series de televisión, con lo que los ciudadanos americanos consideraban eso un avance al alcance de su mano.

3) Obama además contaba con una oratoria que, si bien vacía de buena parte de contenido real, resultaba agradable y emotiva para el ciudadano americano. Un discurso ciertamente populista, unido a una inconcreción real de los programas más allá de los guiños constantes a la izquierda radical, hizo que Obama ganase el voto de las minorías étnicas y religiosas a la vez que algunos ciudadanos de clase media veían en él a un auténtico heredero de la política roosveliana del "New Deal".

4) Tampoco debemos subestimar los importantes apoyos que Obama recibió de dos sectores clave en las campañas electorales y en los cuales superó ampliamente a su rival: el de las ayudas económicas de las principales industrias y empresas del país; y el apoyo mayoritario de los intelectuales, artistas y medios de comunicación americanos y extranjeros (es decir, el grupo de los "revendedores de ideas" de los que hablaba Hayek).

Todo ello (y otras cuestiones que por espacio no vamos a abordar) hicieron que Obama accediese a la Casa Blanca entre un clamor popular e "intelectual" (el clamor popular mucho más elevado, todo sea dicho, en Europa que en Estados Unidos). y que en 2008 los demócratas tuviesen no solamente la Casa Blanca sino también la mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado.

La política de Obama en estos cuatro años puede calificarse con el adjetivo de nefasta. Las guerras iniciadas durante la Administración Bush parecen lejos de acabar bien, y ponen en serio descrédito el inmerecido premio nobel de la paz que se concedió a Obama en 2009 cuando llevaba menos de un año en el cargo. La crisis económica en Estados Unidos está lejos de remitir: la deuda pública y el gasto lejos de contenerse se han disparado y el paro sigue en cotas elevadísimas. La retórica vacía de Obama se ha demostrado más vacía si cabe desde que es presidente. Su gran proyecto social, la reforma sanitaria, ha sido insuficiente para aquellos que la apoyaron y contraria a las libertades individuales para sus detractores, con lo que el descontento respecto de la misma no ha cesado de crecer.

Obama, sin duda, cumple los requisitos para convertirse en un OTP ("one term president", presidente de un solo mandato). En Noviembre, como es costumbre, se celebrarán elecciones presidenciales, se cambiará la composición de toda la Cámara de Representantes (controlada desde las elecciones de 2010 por los republicanos) y se renovará un tercio del Senado (única cámara en la que los demócratas siguen teniendo una cierta mayoría). Ni la muerte de Ben Laden ni las promesas sin contenido de Obama parecen ser suficiente ya para garantizar su reelección con lo que podrían ser unas elecciones muy disputadas frente al candidato republicano (aún no oficial, pero todo parece indicar que será Mitt Romney).

Para concluir este artículo (bastante más extenso de lo habitual) tenemos que hacer mención a un fenómeno recurrente de la política norteamericana. Decíamos que con las transformaciones de Kennedy y Reagan en los dos principales partidos todo parecía indicar que se había puesto fin a 200 años de historia en los que la dialéctica se realizaba con relación a la identificación con las ideas de dos de los "Padres Fundadores": Alexander Hamilton y Thomas Jefferson. A lo largo de nuestros tres artículos hemos hecho continuada mención a estas ideas, y a la percepción que se tenía de las mismas. Pues bien, respetando las transformaciones de los últimos 50 años en los dos principales partidos, esta dialéctica parece haberse recuperado. Así lo pone de manifiesto uno de los principales bloques de oposición al gobierno de Obama: el conocido como "Tea Party". Explicar en que consiste este curioso movimiento llevaría de por si un artículo propio, así que no vamos a hacerlo. Lo que si vamos a hacer es mencionar que este movimiento lleva a cabo su política y su actuación en torno a un principio fundamental: la recuperación de la política de los "Padres Fundadores" o más bien el modo en que ellos entienden que fue tal política. Para el "Tea Party" la idea de estos fundadores de la nación americana se vincula a una concepción muy particular que es la ligada a Thomas Jefferson, o al menos a lo que creen que son las ideas de Thomas Jefferson. El "Tea Party" se declara heredero de las ideas de los "Padres Fundadores" pero no comprenden, en buena medida debido a la mitología política creada a lo largo de generaciones y que tiene dudoso encaje con la realidad del periodo, que tal tradición es una auténtica tradición plural. Tan padre fundador fue Thomas Jefferson o James Madison como lo fueron Alexander Hamilton o John Adams. La idea "jeffersoniana" del "Tea Party" puede resumirse en una serie de máximas: la idea del aislacionismo internacional, la idea de la reducción del Gobierno Federal, y el carácter "sacrosanto" de lo que consideran son las libertades y derechos fundamentales del ciudadano americano. Desde luego no vamos a entrar aquí en si esas son verdaderamente las ideas jeffersonianas ni si éstas se correspondían o no con el ejercicio práctico de la presidencia de Jefferson (recordemos, entre 1800 y 1808). Lo que desde luego sí podemos afirmar con total rotundidad después de estos artículos es que en ningún caso esa es la única tradición de los "Padres Fundadores" puesto que frente a las ideas jeffersonianas (sean las que sean) existen al menos otras: las hamiltonianas.

BIBLIOGRAFÍA

Vamos a continuación a recomendar una serie de textos para poder completar algunas de las cuestiones mencionadas en estos artículos.

Sobre la historia política norteamericana existen muchos libros. Yo puedo recomendaros dos que he consultado en algún momento u otro. El primero de ellos es "Breve Historia de Estados Unidos" de Philip Jenkins en Alianza de bolsillo que por un precio modesto os ofrece en un formato cómodo una breve introducción a la historia de Estados Unidos en unas 400 páginas desde la colonización de América hasta la presidencia de Bush Jr. El segundo sería "Historia de los Estados Unidos, 1776-1945" de Aurora Bosch editado por Crítica y que incluye un tratamiento bastante más profundo del desarrollo político y democrático de Estados Unidos pero esta más limitado en el tiempo ya que cubre solamente desde los Padres Fundadores hasta la presidencia de Roosvelt (es decir, más o menos el ambito temporal de los dos primeros artículos) y tiene un precio ciertamente superior (aunque en ningún caso exagerado).

Respecto del concepto de "Cultura Política" recomendamos encarecidamente la lectura del capítulo que Mariano Torcal dedica a este asunto en el "Manual de Ciencia Política" coordinado por el fallecido profesor Rafael del Águila y publicado por la editorial Trotta. También puede ser útil la lectura del capítulo que a dicho concepto se dedica en otro libro con un contenido ligeramente diferente, en el "Manual de Ciencia Política" dirigido por Miquel Caminal Badía en la editorial Tecnos.

Con relación a los estudios mencionados en la primera parte del artículo pueden leerse los originales en español de los textos de Anthony Downs y del estudio de Lipset y Rokkan en el libro "Diez Textos Básicos de Ciencia Política" editado por Ariel.

Un estudio y análisis del fenómeno político y electoral atendiendo a las tres perspectivas que aquí hemos mencionado (la estructura social, las actitudes y valores políticos, y el contexto) puede encontrarse en otro libro editado por Ariel titulado "Comportamiento Político y Electoral" y cuyos autores son Eva Anduiza y Agustí Bosch.

El concepto de "democracia" de Anthony Downs, junto con otras visiones de ese concepto político fundamental a lo largo de la historia puede verse de forma escueta, sistemática y sencilla en el libro "Democracia" de Joaquin Abellán editado por Alianza en formato bolsillo.

viernes, 10 de febrero de 2012

La Paradoja Norteamericana II: El Surgimiento del Partido Republicano

"Un estado en el que coexisten la libertad y la esclavitud no puede perdurar."

- Abraham Lincoln -



Esta es la segunda entrega, de tres, del repaso introductorio a la historia política de Estados Unidos bajo el titulo de la Paradoja Norteamericana. En el artículo anterior, abordamos cual fue la evolución de los diferentes partidos que, en contra del deseo inicial de los Padres Fundadores, se fundaron por parte de esos mismos Padres Fundadores, hasta el periodo conocido popularmente como la "Democracia Jacksoniana" (que a nuestro juicio, como expusimos, no era tal democracia) y la fundación del Partido Demócrata que hoy conocemos. En el tercer y último artículo lo que haremos será abordar la cuestión durante las últimas décadas del siglo XX y primeras del siglo XXI.

¿Qué queda por lo tanto para este segundo artículo? Bien, un periodo del entorno de 100 años, se dice pronto. Pero la labor es mucho más sencilla de lo que parece en un primer momento, pues esta etapa, como veremos, goza de una importante estabilidad en la configuración de los partidos, desde Lincoln hasta la etapa Kennedy/Nixon ya bien entrado el siglo XX. Ademáas, hay que tener en cuenta que se trata de un artículo meramente introductorio y divulgativo, no de un estudio en profundidad.

Acabamos el artículo inicial diciendo que tras la victoria y las transformaciones de Andrew Jackson, el Partido Demócrata controlará la política norteamericana hasta 1860, y así es. Eso no significa que no haya otros partidos que ocupen puestos en el parlamento o incluso que ocupen la Casa Blanca unos años. Lo que quiere decir, más que nada, es que ninguno fue capaz de representar una alternativa real y estable a los demócratas. El Partido Nacional-Republicano de John Quincy Adams se presentó dos veces a las elecciones (en 1828 y en 1832) bajo los liderazgos de Quincy Adams y de Henry Clay, sufriendo en ambos casos clamorosas derrotas frente al candidato demócrata, Andrew Jackson. Después se unifico con los líderes antimasónicos formando el Partido Whig, inicialmente bajo la idea de servir de plataforma de oposición a Jackson y llegando a ocupar la Casa Blanca durante 8 años con 4 presidentes (entre 1841 y 1845 primero y entre 1849 y 1853 después).

No obstante, el Partido Whig, especialmente tras el fin de la Era Jackson y con la Guerra entre Estados Unidos y México (1846-1848), fue incapaz de mostrarse unido debido a la multitud de sensibilidades en su seno que habían unido sus fuerzas solamente con el fin de oponerse a Andrew Jackson.

Así será como de sus cenizas, en el año 1853 surja un nuevo partido político que junto con los demócratas ha marcado el devenir político de los Estados Unidos desde entonces. Se trata del Partido Republicano. Entre sus fundadores se encontraba un joven congresista de Illinois llamado Abraham Lincoln, que marcaría para siempre un antes y un después en la política norteamericana (similar al que habían marcado anteriormente Thomas Jefferson y Andrew Jackson y al que marcarán con posterioridad F.D. Roosevelt, J.F. Kennedy y Ronald Reagan).

El Partido Republicano se funda sobre todo por personas que, fundamentalmente, habían sido miembros del Partido Whig (como el propio Lincoln) pero también por demócratas descontentos y miembros de grupos minoritarios o políticos independientes. Todos ellos confluían alrededor de 3 postulados muy claros:

1) Eran defensores a ultranza del llamado abolicionismo, es decir que pertenecían al movimiento social y político contrario al mantenimiento de la esclavitud.

2) Defendían una política económica proteccionista, de fomento de la industria nacional y contraria a las importaciones de productos desde el extranjero.

3) Abogaban también por la política de "mejoras federales", esto es, defendían un papel activo del Gobierno Federal en la economía nacional, fundamentalmente a través de una fuerte inversión en infraestructuras.

Eran, por decirlo en una palabra, profundamente hamiltonianos, tal cual vimos que era el planteamiento de Alexander Hamilton y el Partido Federalista (ver artículo anterior). Esto puede chocar a aquellos que observen al Partido Republicano actual, mucho más jeffersoniano que hamiltoniano. Es, sin la menor sombra de dudas, una de las grandes paradojas de la política norteamericana.

En 186o, y frente a unos demócratas divididos presentando a dos candidatos (Stephen Douglas en el norte y John Breckinridge en el sur), Abraham Lincoln se convertiría en Decimosexto Presidente de los Estados Unidos y en el primer presidente salido de las filas del Partido Republicano. La presidencia de Lincoln es fruto de frecuentes divergencias de opinión entre sus partidarios, que le consideran el salvador de la Unión, y sus críticos, que consideran que vulneró los principios fundamentales sobre los que se asentaba la Fundación de los Estados Unidos y su Constitución.

Basta decir, como único hecho cierto y no discutido, que la presidencia de Lincoln, que duró entre 1861 y 1865 al ser asesinado inmediatamente después de su reelección, fue profundamente transformadora. Con Lincoln se produjo la supresión de la esclavitud; una Guerra Civil (1861-1865) que cambió las bases sobre las que se organizaba la relación entre Gobierno Federal y Estados; una transformación sobre el sistema de partidos que con variaciones continúa hasta ahora; y una mayor implicación del Gobierno Federal en la vida económica de la Nación. Partidarios y detractores pueden discutir sobre la bondad o maldad de todos estos cambios, lo que es indudable es que supusieron una transformación total del país.

Con la Guerra Civil, se produce una consolidación de los partidos políticos en torno a dos ejes fundamentales. El Partido Republicano controlará el norte del país apoyado por la clase industrial y por los desfavorecidos del sur, generalmente negros liberados de la esclavitud pero sometidos a toda clase de penurias. El Partido Demócrata dominará el sur, apoyándose en los propietarios agrícolas y los obreros de la industria norteña. Raro será el momento entre 1860 y 1960 en que un candidato republicano obtenga apoyo electoral en el sur o un candidato demócrata lo obtenga en el norte. La Guerra Civil se habrá superado, pero el rencor norteño hacia los demócratas será muy importante al percibir su papel como de traidores a la Unión (en muchos casos se habían posicionado a favor de la esclavitud y de la Confederación), mientras que en el sur la desconfianza hacia los republicanos era si cabe aún mayor al responsabilizarles de acabar con los medios económicos sureños (la esclavitud y el peso total de la agricultura, fundamentalmente del algodón).

Los republicanos en este sentido tendrán una gran ventaja respecto a los demócratas, ya que el norte estará considerablemente más poblado que el sur. Para que nos hagamos a una idea: entre 1861 y 1913, los demócratas solamente ocuparán la Casa Blanca en dos ocasiones y solamente durante mandatos de 4 años (Grover Cleveland entre 1885 y 1889; y nuevamente Cleveland entre 1893 y 1897; siendo el único Presidente de la historia con dos mandatos no consecutivos). Si lo que analizamos son los años siguientes, el balance tampoco es demasiado afortunado para los demócratas: de 1913 a 1921 presidirá Woodrow Wilson y luego los demócratas tendrán que esperar hasta 1933 que llegará a la Casa Blanca otro de los grandes transformadores, Franklin Delano Roosevelt.

Roosevelt cuenta en su haber con ser el único presidente que ha ganado 4 elecciones (1932, 1936, 1940 y 1944) y habiendo ocupado la Casa Blanca durante 12 años (entre 1933 y 1945, año en que falleció, siendo sustituido por el vicepresidente Truman). Su New Deal marcará (como la Presidencia de Lincoln) un antes y un después, tanto a ojos de los críticos (que lo consideraron un programa de corte socialista) como de sus partidarios (que vieron en las medidas, y en la participación norteamericana en la II Guerra Mundial, la solución a la Crisis derivada de los sucesos de 1929 y a la Gran Depresión, aunque sin demasiado fundamento como bien ha demostrado la Escuela Austriaca de Economía).

Tras la experiencia Roosevelt, los norteamericanos temiendo la posible eternización del presidente en su cargo, decidieron aprobar en 1947 la Vigesimosegunda Enmienda, que prohibe que un presidente sea elegido para más de dos mandatos (en el caso de presidentes interinos, se permite que se presenten hasta en dos ocasiones siempre que sustituyesen al presidente anterior durante menos de 2 años, es decir que podrían llegar a estar hasta 10 años en el cargo).

Con Roosevelt, el sistema de partidos norteamericano sigue siendo el mismo, pero los demócratas comenzarán a adquirir una mayor credibilidad en el norte del país, lo que les hará más fácil su acceso al cargo de Presidente de los Estados Unidos, de tal modo que su sucesor, Harry Truman, será presidente entre 1945 y 1953, mientras que el republicano (y héroe de la II Guerra Mundial, responsable del famoso desembarco de Normandía), el general Dwight David Eisenhower, lo será entre 1953 y 1961.

No obstante, el gran cambio vendrá a partir de 1960 y lo protagonizarán dos personas inconfundibles: el político demócrata John Fitzgerald Kennedy y el republicano Richard Nixon; que se enfrentaran en las elecciones que tendrían lugar el día 8 de Noviembre de 1960. No obstante, las implicaciones de todo este proceso que se desencadena con Kennedy y Nixon, será objeto de análisis del último artículo de la serie.

Ahora debemos ir recapitulando y sacando unas conclusiones de un periodo de 100 años de Estados Unidos (entre 1860 y 1960). Con la fundación del Partido Republicano en 1953 (y sobre todo con la llegada de Lincoln al poder en 1860) se inicia una doble paradoja política en Estados Unidos que será una constante durante todo el periodo:

Por un lado, la nación que como vimos había nacido y formado su Constitución en oposición a las luchas internas y las facciones que se entendían como un instrumento contra la República, será en este momento la primera nación en formalizar un sistema de partidos políticos estable y que dura incorruptible (aunque modificado) hasta nuestros días. Desde 1860 hasta hoy, solamente dos partidos, el Partido Demócrata y el Partido Republicano, han tenido serias expectativas de poder ocupar el poder y ganar procesos electorales.

La segunda de las paradojas es la del Partido Republicano (y por extensión el Demócrata también) con respecto a su evolución reciente. El Partido Republicano de Lincoln es un partido progresista y defensor del intervencionismo estatal en economía junto con un Gobierno Federal fuerte y con el mayor numero de competencias posible en detrimento del papel de los Estados. Además, su apoyo electoral, como consecuencia de las presidencias de Lincoln y también de Grant (general unionista que fue presidente entre 1869 y 1877), será prácticamente nulo en el sur del país y muy fuerte en el norte (donde los demócratas, percibidos como traidores a la Unión, tendrán muy difícil obtener buenos resultados) debido a las consecuencias de la Guerra Civil y de la reconfiguración de las relaciones entre el Gobierno Federal y los diferentes Estados de la Unión.

Todo ello, veremos, comienza a cambiar a partir de 1960...


Próxima (y última) entrega: De Kennedy a Obama, la Transformación de la Política Norteamericana.

miércoles, 8 de febrero de 2012

La Paradoja Norteamericana I: De los 'Padres Fundadores' a la 'Democracia' Jacksoniana

"Por facción entiendo un número de ciudadanos, ya sea una mayoría o una minoría de la totalidad, unidos y animados por el impulso de una pasión o un interés, opuesto a los derechos de otros ciudadanos o a los intereses permanentes y globales de la comunidad."

- James Madison -


El presente artículo forma parte de una serie de entregas que pretenden dar a conocer, de forma resumida y divulgativa, lo que llamo la "Paradoja Norteamericana" que no es otra cosa que la evolución política e ideológica de los partidos políticos en Estados Unidos. A este presente artículo le seguirán dos más. El segundo abarcará desde el surgimiento del Partido Republicano tal como lo conocemos hoy a la era de Kennedy y Nixon. El tercero, y último, hará referencia a los últimos 40-50 años.

La primera paradoja norteamericana se da ya desde un primer momento. La cita que encabeza el artículo, extraída de "El Federalista Nº 10" representa tal vez mejor que ninguna otra cual era la opinión inicial de los Padres Fundadores sobre los partidos políticos, a los que Madison llamó facciones. Y es que la conclusión que nos presenta James Madion es demoledora: en última instancia, la división en partidos o facciones lo que lleva es a la exaltación de intereses y pasiones de una parte de la ciudadanía (ya sea ésta mayoría o minoría) frente a los derechos e intereses legítimos de la nación y sus ciudadanos.

Acabada la Guerra de la Independencia, y redactada ya la Constitución Federal de los Estados Unidos de América, George Washington indiscutido héroe de la Revolución y Guerra contra la Metrópolis británica, así como personaje querido y admirado, es elegido Primer Presidente de los Estados Unidos en 1989. George Washington tanto en su primera elección como en su reelección en 1992, es de momento hasta el momento (y será ya así por siempre salvo que algo cambie radicalmente) el único Presidente en obtener el 100% de respaldo (la unanimidad) en el seno del Colegio de Electores. En un artículo anterior ya me referí a la cuestión de las elecciones presidenciales, y allí me remito para comprender su funcionamiento. Además, George Washington tiene en su haber ser el único de los presidentes norteamericanos independiente, es decir, que no pertenecía a ninguna facción en sentido estricto (aunque si mostraba ciertas simpatías y coincidencias con el Partido Federalista).

George Washington formó un Gobierno compuesto en buena medida por lo mejor de cada casa, por todos aquéllos que habían sido algo durante la Independencia: por ejemplo John Adams fue Vicepresidente, Thomas Jefferson ocupó la Secretaría de Estado o Alexander Hamilton fue el primer Secretario del Tesoro. No obstante las divisiones no tardaron en surgir. Debido a las diferencias sobre la política financiera y la financiación de la guerra (aunque eso solamente ocultaba diferencias aún más profundas), Thomas Jefferson y Alexander Hamilton discutieron agríamente tanto en el seno del Gobierno como a través de libelos. El respaldo de Washington a las ideas hamiltonianas acabó desembocando en que en 1793, Thomas Jefferson abandonase el Gobierno y junto a James Madison había fundado el Partido Demócrata-Republicano (claro antecedente de los actuales Partido Demócrata y Partido Republicano, como veremos), mientras Alexander Hamilton y John Adams se convertían en los rostros más conocidos del Partido Federalista.

Se produce así la división que tanto Hamilton como Madison habían visto solamente unos años antes (1787-1788) con autentico espanto en sus artículos para "El Federalista" (del que junto a John Jay eran coautores, todos ellos bajo el seudónimo de Publius). Tenemos así formada la primera paradoja (que no la última).

Respecto del ideario de ambos partidos tenemos que decir que en términos políticos el Partido Federalista defendía un Gobierno Federal fuerte y con peso político propio en el ámbito interno y una cierta sintonía con Gran Bretaña en el ámbito internacional (al ver con auténtico pánico la Revolución Francesa); mientras, el Partido Demócrata-Republicano defendía las competencias de los Estados federados y la amistad con la causa francesa (tanto por la solidaridad con la nación que les ayudó en su independencia como por cierta fascinación por la Revolución Francesa, al menos en su primera etapa).

Económicamente, el Partido Federalista defendía un papel más activo del Gobierno en economía (entre otras cosas Alexander Hamilton es el teórico intelectual del antecedente de la Reserva Federal) y un impulso industrializador, mientras que los demócrata-republicanos defendían el sector agrícola y aunque no renunciaban a ciertos niveles de proteccionismo comercial defendían al individuo como agente económico básico.

En terminos sociales, el Partido Federalista recibió sus apoyos en el norte (Hamilton era de Nueva York y Adams de Boston, Massachusetts) y eran opuestos a la extensión de la esclavitud; el Partido Demócrata-Republicano era fundamentalmente sureño (Jefferson y Madison ambos eran de Virginia) y defendían la institución de la esclavitud.

Respecto de la correlación de fuerzas entre ambos partidos, el Partido Federalista tuvo la mayoría en el Senado entre 1788 y 1800, momento a partir del cual, el Partido Demócrata-Republicano paso a controlar la Cámara Alta. Respecto a la Cámara de Representantes, el Partido Federalista obtuvo la mayoría en cuatro elecciones (1788, 1790, 1796 y 1798), siendo las demás favorables al partido de Jefferson. Además, el Partido Federalista ocupó la Casa Blanca solamente entre 1797 y 1800, con la presidencia de un único mandato de John Adams.

A partir de 1800, será el Partido Demócrata-Republicano el que controle la vida política norteamericana, controlando la Presidencia, la Cámara de Representantes y el Senado. La presidencia de Adams había sido tremendamente polémica, especialmente debido al Actas de Sedición y Extranjeros (percibida, no sin motivo, como una Ley de Censura de Prensa), la mejor organización de los demócrata-republicanos frente a la desunión federalista (Adams y Hamilton eran compañeros de partido, pero su sintonía personal era nula) y además su amigo pero adversario político, Thomas Jefferson, era claramente mucho más popular.

A ello hay que unir que en 1804 el alma organizativa del Partido Federalista, Alexander Hamilton, fallecía después de desafiar a un duelo al Vicepresidente de los Estados Unidos, Aaron Burr. Hamilton era un duelista experto (había participado y sobrevivido a la escalofriante cifra de 21 duelos) pero en este caso, falleció. Hamilton ya había caído en descrédito debido a cierto escandalo sexual, pero seguía siendo la mente tras el Partido Federalista.

Durante los siguientes años, las presidencias del Partido Demócrata-Republicano se sucederán una detrás de otra: Thomas Jefferson (1801-1809), James Madison (1809-1817), James Monroe (1817-1825) y John Quincy Adams, hijo de John Adams (1825-1829). El Partido Federalista continuaría existiendo hasta las elecciones presidenciales de 1820 (en algunas zonas locales, aún más allá) pero sin ninguna oportunidad real de victoria desde 1800, quedando el Partido Demócrata-Republicano como una suerte de partido hegemónico.

Todo parecería que por fin se iba a conseguir la unidad en torno a un único partido, el demócrata-republicano. Desde la etapa de James Monroe, la oposición era testimonial, y tampoco había dejado ninguna otra formación como posible sucesora. Pero en 1829, el Partido Demócrata-Republicano se divide en dos. Las disputas entre el Presidente John Quincy Adams y un nuevo héroe de guerra (la anglo-estadounidense entre 1812 y 1815) como Andrew Jackson dividieron de nuevo a la política americana (¿una segunda paradoja?). John Quincy Adams, unido a un sector del antiguo Partido Federalista y a sus seguidores en el Demócrata-Republicano, fundo el Partido Nacional-Republicano (antecedente lejano del Partido Republicano), mientras que Andrew Jackson refunda el Partido Demócrata-Republicano, convirtiéndolo en el actual Partido Demócrata. Ambos se enfrentaron en una muy sucia y descalificadora campaña electoral en 1828 que se saldó con la victoria de Jackson, primer presidente del Partido Demócrata.

La presidencia de Andrew Jackson (1829-1837) fue profundamente transformadora. Jackson, que se consideraba a sí mismo como el heredero de Jefferson, llevo a cabo una serie de reformas con la intención de convertir Estados Unidos en un sistema asentadamente democrático. Jackson logró que la base electoral de los partidos se ampliase considerablemente, con lo que la figura del cacique local se vio inmersa en un claro retroceso. La presidencia de Jackson convierte la política en una actividad profesionalizada. Además, Jackson es el encargado de introducir el conocido como sistema de "Spoil System" que consiste en que cada vez que llega un nuevo Gobernante, sustituye a todos los responsables de la Administración por personas de su entera confianza, lo cual aumenta el monopolio presidencialista del poder y la Administración. Del mismo modo, la labor de Jackson hizo cada vez más frecuente el fenómeno de "Gerrymandering", que consiste en la manipulación de los límites territoriales de los distritos para favorecer los intereses electorales de aquellos que llevan a cabo la manipulación. Además, en clara línea con el mercantilismo y la llamada "Escuela Americana", Jackson incide en las políticas proteccionistas y de intervencionismo que proponían Hamilton y sus seguidores (lo cual no deja de ser contradictorio con su voluntad de declararse a sí mismo como fiel seguidor de los principios inspiradores de Jefferson).

La presidencia de Jackson es fundamental para entender el surgimiento y evolución del Partido Demócrata, que dominará la política norteamericana hasta 1860, así como para ver que en realidad, la llamada "Democracia Jacksoniana" era, en el fondo, bastante poco democrática y si muy útil para un control efectivo por parte del Presidente de los diversos resortes del poder, quitando poder a los responsables locales, profesionalizando la política norteamericana y favoreciendo el amiguismo político, los negocios hechos a la sombra del poder y las peores prácticas de los tiempos anteriores (como el gerrymandering, que se venía practicando desde 1812).


Próxima Entrega: El Surgimiento del Partido Republicano

lunes, 6 de febrero de 2012

Sevilla y el Sóviet Supremo

"Que Stalin alcanzase su posición fue la suprema expresión de la mediocridad del aparato."

- León Trotsky -



Todo empezó con la constitución de los sóviets españoles aquel famoso día 15 de mayo de 2011. Los sóviet fueron aquellas asambleas de obreros que, muy vinculados al PCUS controlado primero por Lenin y Trotsky y después por Stalin, iniciaron el espíritu revolucionario del proletariado ruso. Los intentos de Revolución proletaria en Rusia fueron considerables fracasos en un inicio. A las Revoluciones de 1905 y Febrero de 1917 de las cuales los comunistas salieron derrotados le siguió la de Octubre de 1917, ésta sí exitosa para los intereses del Comunismo.

Los sóviet eran asambleas populares (compuestas básicamente por el proletariado urbano) que mostraban un hecho muy curioso. Aparentaban ser institucionalización de la democracia directa, en las cuales las decisiones formalmente se adoptaban desde abajo hacia arriba (modelo bottom up decisorio). La realidad era justo la contraria, especialmente desde el triunfo del PCUS. La organización era sumamente jerarquizada, el Sóviet Supremo lo controlaba todo y lo hacia a las ordenes del Politburó de turno (primero dirigido por Lenin, después por Stalin).

Ese prodigio de la democracia directa que resultaron ser los sóviet no fue nada más que el gérmen del primer Estado Totalitario de la historia (al que unos años después seguiría el Estado Nacional-Socialista alemán dirigido por Hitler). En el 15-M encontramos algo muy muy similar. Presuntas asambleas de ciudadanos espontáneos que participaban de un debate público en las plazas tomadas por el poder de la asamblea (o sóviet) en la cual los nuevos "proletarios y proletarias" (los multimillonarios con rastas y marihuana) se erigieron en depositarios de la voluntad popular (como hicieron los sóviet marxistas-leninistas) y en enemigos del imperialismo y el capitalismo internacional (como hicieron, nuevamente, los sóviet marxistas-leninistas). Como en aquel momento, las fuerzas políticas de izquierda intentaron, con mejor o peor éxito, apropiarse del movimiento para sus intentos de alcanzar el poder (o mantenerlo). A diferencia de Octubre de 1917, pero al igual que había pasado en Febrero y en 1905, los sóviet y los partidos políticos que los instrumentalizaban, fracasaron en su empeño.

Así llega España a Febrero del año 2012. Con un Partido Socialista Obrero Español derrotado y hundido en sus expectativas político-electorales, decidieron montar un congresillo particular (una suerte del Sóviet Supremo) en que elegir a su Secretario General. Dos eran los candidatos a suceder al finado (políticamente, esperemos que con larga vida biológica) José Luis Rodríguez Zapatero. Los interesados fueron Alfredo Pérez Rubalcaba y Carmen Chacón (como dos también fueron los que se disputaron el papel central del PCUS a la muerte, aquí si biológica, del camarada Lenin: Stalin y Trotsky).

Algunos ven importantes paralelismos. Rubalcaba, como Stalin, representaba al aparato y la vieja guardia del Partido. Con un menor carisma y menos fotogenia mediática, Stalin (como Rubalcaba) contaba con un mejor conocimiento de los entresijos del poder y un apoyo claro de la burocracia estática y estandarizada que controlaba el partido. Además, Stalin supo ganarse a los "moderados" del partido, a ese "ala derecha" del PCUS encabezada por Bujarin.

Chacón, como Trotsky, contaba (dicen) con un mayor carisma y el apoyo de las bases proletarias del partido que pedían un profundo giro a la izquierda. Trotsky contaba con el apoyo del Ejercito Rojo y proponía el ideal de la Revolución Permanente (frente a la Revolución en un solo país y el apoyo de los burócratas que sostenía Stalin). Chacón que, sin ofender, es intelectualmente más limitada de lo que lo fue Trotsky, contaba con el apoyo de unos cuantos barones territoriales perdedores (como Tomás Gómez o José María Barreda) o en proceso de serlo (como Griñán en Andalucía), de su familiar grupo mediático (Mediapro) y tenia por leitmotiv con solamente dos grandes eslóganes: primarias "a la francesa" y más socialismo.

Los paralelismos continúan. El Congresillo de Sevilla (o Sóviet Supremo de Sevilla) se saldo con una victoria de Rubalcaba (nuestro Stalin particular) y una derrota clamorosa de Carmen Chacón (nuestra Trotsky particular, eso sí en femenino). Y algunos se sorprenden: "¡¡¡La Ejecutiva no es integradora!!!", claman estupefactos. Como si el Politburó de Stalin hubiese incluido a Trotsky. Incluyo a Bujarin y otros aliados contra Trotsky y el trotskismo pero incluso ellos fueron con posterioridad sacrificados durante las Grandes Purgas de los años 30.

Stalin ganó, Trotsky perdió. Y Stalin colocó en el Politburó a su gente. Rubalcaba ganó, Chacón perdió. Y, por supuesto, Rubalcaba ha colocado en su Politburó particular a su gente, a los que le han apoyado, no a los que han usado contra él calificativos que difícilmente se escucharan en boca de un miembro del Partido Popular. Se compitió y unos ganaron, otros perdieron. Incluso aunque no haya que recurrir al símil soviético (nada descabellado después de lo que hemos contado), en las democracias las cosas también son así.

El PSOE, con su nuevo Secretario General tal vez no comprenda dos hechos que son clave: uno interno, otro externo al partido.

El interno es lo que Robert Michels, al estudiar los partidos políticos y en especial el SPD, llamó "La Ley de Hierro de la Oligarquía" que se concreta en los siguientes elementos o características:

1) Que cuanto más grande es un partido político más se burocratiza (y el PSOE es el primer partido de masas de nuestra historia, aunque hoy el Partido Popular le "gane" en número de militantes) debido a la especialización y la complejidad.

2) La dicotomía, insalvable, entre la necesidad de eficiencia política y democracia interna. A mayor eficiencia, menos democracia y viceversa.

3) La psicología de las masas, que necesitan de un liderazgo fuerte, sólido y jerárquico. El militante no se caracteriza por su profunda reflexión, sino por querer que un caudillo personalista le de instrucciones para ejecutarlas.

Todo ello lleva a la progresiva burocratización del partido, a la creación de unas élites de poder en su seno que no responden más que a la lógica de cualquier otra burocracia similar a las del mundo de la Administración Pública o de algunos casos de Empresas gigantescas.

Pero es que, además, resulta totalmente falso que el Partido Socialista haya desencantado a la izquierda por su política del último año y medio y por ello haya perdido el apoyo electoral de su lado izquierdo. Como puede comprobarse aquí, en realidad es el electorado moderado el que ha acabado por abandonar al PSOE ante la perspectiva de una incapacidad de gestión y de una falta de ideas claras.

Trotsky no supo ver que el PCUS no era ya en 1927 una agrupación de proletarios revolucionarios sino un aparato burocratizado de profesionales de la contabilidad y leguleyos de poca profundidad intelectual. Como consecuencia de ello, Trotsky tuvo que marchar dos años después al exilio, en 1929, y deberá huir el resto de su vida hasta ser finalmente asesinado en Mexico en agosto del año 1940.

Chacón no ha sabido ver que el PSOE no es ya en 2012 un partido que ansíe mayor nivel de democracia interna y un giro hacia un mayor socialismo. El PSOE es un partido dividido y enfrentado, en donde sus élites burocráticas lo último que desean es ceder poder y cambiar demasiado sus ritmos de vida. Por ello ha sido derrotada Chacón ante un perdedor innato como Rubalcaba. El PSOE, en 2012, no es ni más ni menos que lo que Richard Katz y Peter Mair llaman un "Partido Cartel"